martes, 7 de abril de 2009

TESTIMONIO - “In Real Life”, by Randy Crawford

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o “Lo que no le sucede a Wendy Guerra ni a los intelectuales cubanos del fuite-y-vinite ni a los que usan sus credenciales estatales para pasarse a El Otro Lado y vivir como vivieron en El Otro Lado.”

Copy & paste el mensaje de una amiga concerniente al rescate de una sobrina suya que ha intentado repetidamente llegar a los Estados Unidos, finalmente lo ha conseguido, pero antes ha pasado por todo este rosario de incidentes.

 

<<Niño, te escribí en cuanto pude. Ahora lo hago nuevamente. Estoy finalmente en casa. Te cuento brevemente cómo sucedieron las cosas:


En cuanto supe (me avisó el contrabandista) que (...) pasaría la frontera por (...) volé a ese pueblo (...). Me instalé en un hotelito que era el más barato que pude conseguir. En cuanto el tipo me llamó para decirme que "Ya había cruzado" dos días después de lo que me había dicho inicialmente, me fui caminando varias millas hasta donde se localizan los puentes uno y dos. Haciendo uso de mi derecho ciudadano, pedí acceder a ver a mi sobrina. Me condujeron al interior, pero naturalmente, no tenían el menor interés en que yo la viera. Casi todos son mexico-americanos con muchos resentimientos de que los cubanos puedan quedarse una vez aquí, aunque los mexicanos que pasan de un lado al otro, a menos que no posean la doble nacionalidad no les molestan al parecer. Entre paréntesis, cuando observas el cruce de la frontera día y noche de un lado al otro, te preguntas cómo puede estar a salvo este país. Pues bien, no conseguí verla. "No estaba". Esperé fuera, a un cambio de turno que se produciría seis horas después y repetí el procedimiento con iguales resultados. Entre tanto, el contrabandista no respondía al teléfono para corroborar nada. Me mantuve en los alrededores y al último cambio de turno volví a preguntar. En apariencias te ayudaban, pero nada. Regresé al hotelito para tratar de descansar algo, y volver temprano en la mañana. Creía que me volvía loca.


Gracias a Dios no ocurrió así. Recé y pedí calma y claridad de mente y de espíritu. A la mañana, cuando llegué había uno de los del grupo de (...) que me aguardaba con el mensaje de ella de que en efecto estaba dentro. ¡Te imaginarás el efecto de sus palabras!  Intenté verla nuevamente, y el guardia que debía darme acceso comenzó a echar pestes de los cubanos. A todas éstas, los polleros (cubanos que ofrecen transportación a Miami y otros destinos por una cantidad que oscila entre trescientos y quinientos dólares) estaban en una esquina del pueblo, justamente donde desemboca el puente. La gritería y los pingas y no sé qué se oían en el otro extremo del pueblo. Le contesté al guardia sin perder la calma y con un inglés de la reina de Inglaterra que si él tenía algo contra los cubanos. Le dije más y en cierto modo lo amenacé con escribir a quien tuviera que escribirle. El hombre cambió enseguida y me dijo que lo había malinterpretado. En resumen, me condujo en efecto al grupo de cubanos entre los que se encontraba (...), a quien pude abrazar. El mismo guardia me comunicó que hacía tres días los de ese grupo no comían ni bebían nada, que fuera y les buscara algo de comer allí cerca y volviera, que él se encargaría de franquearme el paso nuevamente, cosa que ocurrió tal y como él decía. Luego me permitió quedarme allí con ella unas horas a la espera de una entrevista que las autoridades dilataban innecesariamente.

Mientras esperábamos, de pie, pues ni había sillas ni les permitían echarse en el piso, salió una gorda de la limpieza que a voz en cuello se dirigió a quienes estaban recostados contra una de esas mesas de oficina que suelen ocupar un espacio sin propósito alguno, en una esquina, y no acaban de sacar del inventario. Les dijo que se bajaran de la mesa, que ya que en su país no les habían enseñado modales, las mesas eran para comer y tal. Con esta bocaza mía le dije enseguida que si las mesas todas eran para comer, ¿por qué era que no había agua ni comida, ni sillas para sentarse a ella? Y le agregué que ella era la de la limpieza allí, y no tenía autoridad de ninguna clase para asumir su grosería con la gente que allí estaba luego de la ordalía que habían pasado. Que los modales empezaban no por el comer, sino por el tener "urbanidad" palabra que ella seguramente nunca había oído con las demás personas. A todas estas salió una supervisora que tomó cartas en el asunto, se disculpó conmigo y le pidió a la señora que no continuara.

A (...) la soltaron ese día a las diez de la noche, por lo que perdimos el pasaje de avión que yo, precipitadamente había sacado para las cinco de la tarde. Te ahorro mil otros detalles y te cuento que volamos al siguiente día, temprano, a La Florida.

Los días siguientes los ocupé en resolver (de verdad, no como se dice en Cuba) desde un teléfono para que pueda comunicarse en caso de necesidad a todos los papeles que requiere para recibir alguna ayuda monetaria y en cupones para alimentos los primeros meses.

Mi hermana se ocupará del resto, y una vez que consiga un sitio donde ella pueda vivir le haré llegar un cheque por el monto correspondiente hasta que (...) pueda abrirse paso. La pobre, se lo merece. ¡Cuatro intentos de salida! Dos veces a punto de perecer en el mar y una de las veces un mes presa en Las Bahamas... Más las cosas que no te he contado del viaje de Cancún a la frontera...  Dios la ayudará. Por lo pronto ya ha dado muestras de haberse espabilado y de darse cuenta que el mundo de la fantasía no corresponde al de la realidad. Espero y deseo que le vaya bien.  Su mamá en Cuba está algo más tranquila y lo mismo sus hermanos.

Por mi parte, yo aún estoy sin cabeza para nada, como si luego de toda esa odisea tuviera que rescatarme al sitio que me corresponde. Y me duele todo el cuerpo. El tylenol ayuda, pero el cuerpo tiene su propio ritmo y hay que ser paciente. Ya he podido dormir algo por primera vez en muchos días: anoche.

(...) Ahora no estarás en ascuas.

Besos,
(mi amiga)
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1 comentario:

Anónimo dijo...

Me acuerdo de un reportage del canal 23 aqui en Miami acerca de cubanos y haitianos en un campo de refugiados en las Bahamas. Los ninyos tenian que beber agua de los inodoros y hubo maltratos de todo tipo. CS