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En el capítulo X del Génesis se cuenta que los hebreos, los cananeos y los asirios descienden de los hijos de Sem. Los antropólogos modernos se han basado en el relato bíblico para agrupar bajo la denominación de semitas, o hijos de Sem, a una serie de pueblos que comparten diversos caracteres étnicos y lingüísticos, entre los que destacan los hebreos y los árabes. (<http://www.entradagratis.com/Enciclopedia-de-Antropologia/515/Pueblos-Semitas.htm>) El mundo, tal como lo conocemos y vivimos hoy, se ha alzado sobre la confrontación y la complementación de los descendientes de Sem, y ha tenido por escenario inicial y referente un sitio común: la región bíblica y geográfica de Palestina. Ambas entidades han sido odiadas y admiradas más allá de toda razón, salvajemente, apasionadamente, fatricidamente, atrozmente, irracionalmente; y el mundo ha girado y girado sobre un mismo eje (región palestina) que infinitamente se rebasa a sí mismo y llega hasta los confines más lejanos a su centro. Con frecuencia son culpados de todos los males de la humanidad y, sin embargo, no hay parte del mundo que no deba algo a alguno de los dos pueblos.
Irremediablemente, el mundo ha tratado de adaptar la historia primigenia a las distintas etapas de la civilización y el resultado ha sido siempre: expulsiones masivas, diásporas, muerte, aniquilación, exterminio, incomprensión, odio y envidia. Estúpidamente, el mundo trata de encorsetar un tema ancestral y atemporal a las rígidas fronteras del modernismo y la actualidad, cuando ya, más allá de todo pragmatismo temporal, se ha dejado de luchar por la tierra para luchar por el cielo. Ese mundo estúpido no puede comprender eso.
Las consecuencias no justifican sus razones, y viceversa. Pero ese mundo inflamado del “hoy y aquí” es incapaz de ver más allá de sus pancartas y sus propios problemas idénticos a los de siempre pero miserablemente pegados a la materia, y cada día están más lejos de descubrir que en las expulsiones y las diásporas está también la búsqueda de un lugar común; en la muerte también hay vida; de la aniquilación no se extermina la voluntad de sobrevivir; en la incomprensión crepita como una braza el propósito; en el odio hay también amor; y en la envidia, admiración.
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© 2009 David Lago González
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