viernes, 9 de enero de 2009

LA PROFUNDIDAD INFINITA DEL ESPEJO DEL BAÑO

 

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LA PROFUNDIDAD INFINITA DEL ESPEJO DEL BAÑO

LA CARA OCULTA DEL CHE, Jacobo Machover

Colección Bronce, Editorial Planeta, S.A., octubre de 2008, págs. 148.

 

Hace ya bastantes meses, una tarde-noche en los salones de la Fundación Hispano-Cubana, en Madrid, asistí a un espectáculo de magia: se presentaba un libro que no existía. O sea, se presentaba un libro que todavía no había sido editado en español y que posiblemente en aquellos tiempos aún careciera de una operación editorial cerrada. Los encargados de tal acto eran el autor del libro, Jacobo Machover, y Julia Escobar, Directora de Programación de Casa de América y amiga personal del escritor.

Creo que en pocas ocasiones he podido participar de una atmósfera tan comunicativa y espontáneamente abierta y amena, tan participativa, como aquélla, máxime cuando del personaje alrededor del cual giraban todas las palabras es un asesino infinita y variadamente mitificado que ha tenido una negra y larga repercusión en nuestra alegría y nuestra condena por haber nacido en una tierra que, lugar y acto, José Lezama Lima consideró como “fiesta irrepetible”. Para nosotros, isleños devenidos en vastos peninsulares, hay ciertos matices diferentes entre pasar una tarde hablando sobre asesinos y crímenes cuando los personajes siniestros pueden variar desde Jack the Ripper hasta Ernesto “Ché” Guevara. Casi me atrevería a decir que no hacía falta el libro físico, en papel, que tiempo después por fin se atrevieron a editar en España. Todo es contradictorio y desconcertante en ese entramado de empatías y justificaciones y relativizaciones de una buena parte del pueblo español hacia una dictadura comunista cubana, supuestamente anti-norteamericana pero sí real y plenamente identificada con el General Francisco Franco y sus 40 años de fusilamientos y represión, que ya la cubana ha dejado sobradamente atrás. ¿Ofrecerá irónicamente La Historia una suerte de “emulación fraternal” entre asesinos mesiánicos erigidos en padres y salvadores de la patria?

El libro llegó por fin, tiempo después. Tengo entendido que en Francia tuvo mucha más repercusión que la que ha tenido en Madrid, donde ni siquiera se ha presentado. En los primeros momentos, Pilar Rahola fue una de las pocas personas que escribió algo. Luego se le han ido sumando algunos otros: Carlos Semprún-Maura, Raúl Rivero. Pero en general el recibimiento ha sido algo frío; quizás, fuera del mundillo de los interesados, muchos no sepan quién es Jacobo Machover. Esta actitud no es exclusiva del lado “izquierdo” de la calle, sino también del derecho. ¿Por qué? Puede que el autor vaya caminando por la calzada y eso siempre desconcierta a quienes dan por hecho que esa parte del asfalto es privativa de la mecánica andante, y si, en un tour de force sustituimos “mecánica” por “tono”, puede que achaquemos la frialdad al tono reposado y objetivamente subjetivo (o subjetivamente objetivo) con que el escritor ha vaciado el resultado de sus investigaciones y sus propias consideraciones sobre uno de los muertos político-ideológicos más apetitosos de los últimos sesenta años.

Comencé a leer el libro sombreando aquí y allá frases y párrafos que —después me di cuenta— iban conformando aspectos fundamentales que me dibujaban el personaje de marras.

1 “Para él, todos esos actos formaban parte de un mismo objetivo: un combate planetario contra la injusticia.” (Pág. 41, Jacobo Machover) (El subrayado es mío.)

2 “Hay que proceder por convicción.” (Pág. 44, instrucciones dadas por el Che)

3 “Me llevaron ante el paredón, cuenta Fausto Menocal...” (Pág. 45, testimonio de Fausto Menocal sobre su simulacro de fusilamiento ordenado por el Che.)

4 “Hemos fusilado, fusilamos y seguiremos fusilando mientras sea necesario. Nuestra lucha es una lucha a muerte. Nosotros sabemos cuál sería el resultado de una batalla perdida y también tienen que saber los gusanos cuál es el resultado de la batalla perdida hoy en Cuba.” (Pág. 46. Ernesto Che Guevara, Obra revolucionaria.)

5 “Otra de sus cartas, dirigidas a esa misma tía, estaba firmada con el seudónimo de <Stalin II>. (Pág. 49, Jacobo Machover) (El subrayado es mío) (...) “Quien no haya leído los catorce tomos de Stalin no puede considerarse del todo comunista.” (Pág. 49. Ernesto Che Guevara, carta publicada por su padre, Ernesto Guevara Lynch.)

6 (...) Los que tienen tu preparación ideológica piensan que la solución a nuestros males está en liberarnos del nocivo dominio <yanki> por medio del no menos nocivo dominio <soviético>.” (Pág. 51, René Ramos Latour en carta dirigida al Che.)

7 (...) Más correctamente, ésta es la historia de una descomposición.” (Pág. 100. Ernesto Che Guevara, Pasajes de la guerra revolucionaria: Congo.)

Luego ya dejé de sombrear, aunque resaltaría una última frase dicha por el Che y apuntada por el autor también como cita (o tal vez sub-título) de un capítulo del libro, y que corona y cierra como únicamente el propio personaje podría retratar, su personalidad, y, sobre todo, su reflexión ante el espejo del baño, él solo, sin escoltas ni admiradores, ni siquiera con referentes alrededor. Sólo él, Él, en la profundidad infinita de un cuarto de baño después de haberse rasurado: “Valgo más vivo que muerto.”

Craso error.

Craso, inmenso error. Apreciación que Fidel Castro no compartiría con él. Ahora bien, ¿en qué momento de esta (diabólica) historia la apreciación de ambos en torno a la importancia del papel y la presencia física de Ernesto Che Guevara comenzó a divergir? ¿En algún momento bastante antes de su muerte, cuando el ego del guerrillero continental e internacional sacó chispas de fricción contra el ego del otro “gran” personaje que no ha admitido nunca jamás algo que pueda restarle protagonismo? ¿Durante, y cuando ese proceso de confrontación-alejamiento había arrancado ya? ¿O cuando su muerte física da comienzo al mito? En estas tres preguntas, en estos tres tiempos, hay distintos grados de maquiavelismo. Maquiavelismos que, en cierta forma, se les van de las manos al Gran Timonel cubano porque La Muerte ha congelado la admiración al Che en una imagen transida de la adoración de un ente que excede toda realidad y anula cualquier atisbo de reflexión sobre él, mientras que La Vida ha continuado desgastando la presencia y la esencia de quien en un momento determinado utilizó la proyección del personaje para promocionar la suya propia y la de su invención: La Revolución Cubana. Patético resultado del crimen político perfecto; triste conclusión, si la trama no estuviera tan manchada de sangre manida y de sangre sentida y agolpada en millones de personas durante cincuenta largos años. El mar devuelve el cadáver (“... Más correctamente, ésta es la historia de una descomposición.”)

Ahora me doy cuenta que lo antes señalado por mí en el libro de Machover (más arriba designado con números) forma también parte de la descomposición del mito, o del hombre. No, las constelaciones no se alinean en un momento glorioso para alumbrarlo y dejárnoslo, al mundo y a los cubanos en particular (en esta historia poco importan los argentinos como destinatarios), como la encarnación de un nuevo mesías (“Para él, todos esos actos formaban parte de un mismo objetivo: un combate planetario contra la injusticia.”) que nos salvaría de los fariseos (“Los que tienen tu preparación ideológica piensan que la solución a nuestros males está en liberarnos del nocivo dominio <yanki> por medio del no menos nocivo dominio <soviético>.) a través del dogma (“Hay que proceder por convicción.”) y de la cultura del odio y la muerte (“Hemos fusilado, fusilamos y seguiremos fusilando mientras sea necesario. Nuestra lucha es una lucha a muerte. Nosotros sabemos cuál sería el resultado de una batalla perdida y también tienen que saber los gusanos cuál es el resultado de la batalla perdida hoy en Cuba.”) hasta sellar con una frase tan equivocada como vana toda una trayectoria vital que iba mucho más allá de su persona y de su mente patológica :“Valgo más vivo que muerto.”

“Valgo más vivo que muerto” es la viceversa que le devuelve el espejo del baño en su profundidad infinita. “Valgo más vivo que muerto” es lo que él quiso oír y nunca escuchó de Fidel Castro, sino la trama opuesta de esta otra mente mucho más perversa y taimada que la suya. “Valgo más vivo que muerto” es la gran confusión planetaria que ha terminado siendo.

Sin embargo, hay un aspecto en el Che que yo resaltaría; y es cierta ingenuidad suya en el acto de la fidelidad al personaje admirado que tomó como referente de una serie de (supuestos) valores que sólo existieron en la mente del fanático, del groupie. El Che ha sido para con Fidel mucho más sincero, más entregado, más humano (tal vez uno de los pocos rasgos humanamente positivos que ha tenido), de lo que Fidel nunca jamás fue con él. Lo dicho no justifica absolutamente nada de la historia promocionada y de la historia obviada, tal vez sólo es parte de una vieja obsesión mía por situarme del lado de las sombras que no se distinguen bien a la luz del día y de distanciarme de cualquier extremo que lleve a la confusión del paisaje.

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“Valgo más vivo que muerto” es, en definitiva, la paradoja de la vida que Jacobo Machover nos muestra en su Cara Oculta, descubriéndonos lo que sus creyentes fanáticos, renovados en una fe mucho más ciega que la original por ser esta actual más superficial, frívola, desesperada y manipulable ya que se asienta sobre la invención —o la re-invención— de un motivo para creer, prefieren a toda costa no saber porque, entre otras cosas, la vida es cada vez más epidérmica y sólo necesitamos del tiempo para colgarnos del último slogan de moda.

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(Madrid, 8 de enero de 2009.)

© 2009 David Lago González.

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