sábado, 17 de enero de 2009

JACOBO MACHOVER - Las armas o los medicamentos

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NOTA DEL BLOGGER:  Jacobo Machover me envía el texto INÉDITO, "Las armas o los medicamentos", no incluido en su libro publicado sobre el Che.

Es para mí un honor esta deferencia del amigo Jacobo.

Shalom dechem!

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Las armas o los medicamentos

Guevara no sentía ninguna vocación por la carrera de medicina, que nunca ejerció de forma un tanto seria. Solamente efectuó algunas prácticas en Perú, en Guatemala y en México. Pero ¿era realmente médico?

Uno de sus biógrafos más críticos, el historiador cubano exiliado Enrique Ros, pone en duda la existencia de su diploma, conseguido, supuestamente, en 1953, entre dos viajes. Ros afirma que le era materialmente imposible concluir sus estudios en un período de tiempo tan corto, aunque hubiera sido un prodigio de estudiante, lo que evidentemente no era.[1] En el transcurso de sus investigaciones le pidió a la facultad de medicina de Buenos Aires que le comunicara una copia del diploma de Ernesto Guevara. Las autoridades académicas le contestaron que el documento había desaparecido pura y simplemente de los archivos de la universidad. De hecho, ninguno de sus exegetas ha podido ver ese documento. Otro biógrafo, uno de sus principales hagiógrafos mejor dicho, el mexicano Paco Ignacio Taibo II, pretende que Guevara logró convalidar sus estudios gracias a las prácticas efectuadas fuera de Argentina.[2]

El caso es que el propio Guevara reconocía, en una carta, que no había logrado convalidar sus diplomas en Guatemala. De ahí que no pudo ejercer allí la profesión por la que había estudiado.[3]

En definitiva, aunque hubiera adquirido finalmente el conjunto de las materias necesarias en los bancos de la facultad, sus estudios teóricos, exceptuando unos pocos períodos de observación en distintos centros sanitarios de América latina (una leprosería en Perú, un hospital en México), no pudieron ser confrontados a la práctica ni actualizados. De igual modo, nunca obtuvo la “residencia” en Argentina, requisito imprescindible para poder ejercer con pleno derecho en el seno de las instituciones hospitalarias.

Su futuro compañero de armas, el abogado Fidel Castro, tampoco llegó a ejercer seriamente la profesión por la que había estudiado. Pero había participado en las luchas estudiantiles en la facultad de derecho de la universidad de La Habana y utilizado su diploma para cuestionar la legitimidad del golpe de estado de Batista, así como para defenderse a sí mismo durante el juicio que tuvo que enfrentar en octubre de 1953 por el asalto al cuartel Moncada.

Fue Castro quien le otorgó a Guevara su función de médico en la expedición del Granma:

“Charlé con Fidel toda la noche. Y al amanecer ya era el médico de su expedición.”[4] Aquel reconocimiento significaba para él mucho más que los diplomas académicos. Le era suficiente haber sido designado por Castro. Pero nunca se le había pasado por la mente ser un médico dedicado a atender y curar a los pobres. No era ése ni su objetivo ni su destino.

Había formado parte de la expedición del yate Granma, en medio de los ochenta y dos hombres de Fidel Castro, que salió del puerto de Tuxpan para alcanzar, el 2 de diciembre de 1956, las costas orientales de Cuba, como médico de la tropa. Pero, en el momento en que se produjo el primer combate, en Alegría de Pío, cuando los rebeldes fueron sorprendidos por los soldados de Batista, tuvo que hacerle frente en seguida a una elección decisiva. Así es como relata sus dudas:

“Quizás esa fue la primera vez que tuve planteado ante mí el dilema de mi dedicación a la medicina o a mi deber de soldado revolucionario. Tenía delante una mochila llena de medicamentos y una caja de balas, las dos eran mucho peso para transportarlas; tomé la caja de balas, dejando la mochila.”[5]

En diversas ocasiones, sin embargo, tuvo que ejercer su función de médico, para la cual había sido reclutado en el seno de la tropa.

A los periodistas cubanos que habían ido a la Sierra Maestra para entrevistar a los guerrilleros, contestó a una pregunta sobre la importancia de sus lecturas:

“Infatigable. Menos los de medicina... todos los libros.”[6]

No se trataba de una broma. Guevara había tirado por la borda todo lo que le pudiera recordar sus estudios, que no intentaba de ninguna manera poner al día con lecturas que pudieran aportarle nuevos conocimientos. Prefería librar un diágnostico médico-social bastante vago sobre la situación del campesinado cubano, pocos meses después del desembarco del Granma, mientras seguía ejerciendo, a regañadientes, las funciones de médico de la guerrilla.

Cuando tenía que expresarse sobre ese tema, Guevara relativizaba sistemáticamente el interés de su formación como médico. Prefería poner de relieve las circunstancias del surgimiento de su conciencia social, como en una conferencia pronunciada el 19 de agosto de 1960 en el Ministerio de Salud pública:

“Después de recibido, por circunstancias especiales y quizás también por mi carácter, empecé a viajar por América y la conocí entera. Salvo Haití y Santo Domingo, todos los demás países de América han sido, de alguna manera, visitados por mí. Y por las condiciones en que viajé, primero como estudiante y después como médico, empecé a entrar en estrecho contacto con la miseria, con el hambre, con las enfermedades, con la incapacidad de curar a un hijo por la falta de medios, con el embrutecimiento que provoca el hambre y el castigo continuo, hasta hacer que para un padre perder un hijo sea un accidente sin importancia, como sucede muchas veces en las clases golpeadas de nuestra Patria americana. Y empecé a ver que había cosas que, en aquel momento, me parecieron casi tan importantes como ser un investigador famoso o como hacer algún aporte sustancial a la ciencia médica: y era ayudar a esa gente.”[7]

En sus Pasajes de la guerra revolucionaria, el Che relata sus consultas con los campesinos que los guerrilleros tenían que atender, lo que tanto ayudó a su reputación de “médico revolucionario”, capaz de cambiar su fusil por el estetoscopio e inversamente:

“En aquella época tenía que cumplir mis deberes de médico y en cada pequeño poblado o lugar donde llegábamos realizaba mi consulta. Era monótona pues no tenía muchos medicamentos que ofrecer y no presentaban una gran diferencia los casos clínicos de la sierra; mujeres prematuramente avejentadas, sin dientes, niños de vientres enormes, parasitismo, raquitismo, avitaminosis en general, eran los signos de la Sierra Maestra. (...) Mis conocimientos no daban para mucho más, pero, además, todas tenían el mismo cuadro clínico y contaban la misma historia desgarradora sin saberlo.”[8]

De todo ello el Che llegaba a la conclusión de la necesidad de la reforma agraria, única solución susceptible de acabar con la malnutrición de los campesinos de la Sierra Maestra, donde ponía en práctica sus conocimientos médicos, sobre todo para curar episódicamente a sus compañeros heridos y a algunos soldados del Ejército de Batista, o para aliviar, de forma radical, los dolores de muelas de los integrantes de la tropa, lo que le valió el apodo de “Fernando Sacamuelas”. En cuanto Fidel Castro lo elevó al rango de comandante guerrillero, en julio de 1957, abandonó por completo la función que había tenido que ejercer anteriormente. Las responsabilidades de jefe de guerra y de médico, de matar y de curar, se habían vuelto, en su propia mente, incompatibles.

Eso no le impidió recibir un reconocimiento honorífico (y sumamente complaciente) por parte de los médicos cubanos que, entusiasmados por la huida del dictador Batista, lo nombraron en seguida, el 13 de enero de1959, “Médico Cubano Honorario”. Al día siguiente, el diario Revolución, ógano del Movimiento 26 de julio, anunciaba la noticia de la manera siguiente:

“Reunidos en sesión solemne, el ejecutivo del Colegio Médico Nacional, recibió ayer al comandante Ernesto Guevara, prestigioso médico argentino que hizo suya la causa de la Revolución.”[9]

No obstante, el “prestigioso médico argentino”, que fue rápidamente naturalizado cubano por decreto especial del gobierno revolucionario, había conquistado su fama en los campos de batalla mucho más que en los hospitales.


[1] Véase Enrique Ros: Ernesto Che Guevara: mito y realidad, op. cit., pp. 29-46.

[2] Véase Paco Ignacio Taibo II: Ernesto Guevara, también conocido como el Che, op. cit.

[3] Carta del 10 de mayo de 1954, citada por Enrique Ros: Ernesto Che Guevara: mito y realidad, op. cit., p. 161.

[4] Véase Jorge Masetti: Los que luchan y los que lloran. La Habana, Madiedo, 1960.

[5] Ernesto Che Guevara: Obra revolucionaria, op. cit., p. 115.

[6] Entrevista reeditada en Bohemia. La Habana, 24 de febrero de 1959.

[7] Ernesto Che Guevara: Escritos y discursos. La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 1977, tomo IV, p. 176.

[8] Ernesto Che Guevara: Obra revolucionaria, op. cit., pp. 156-157.

[9] Revolución. La Habana, 14 de enero de 1959.

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5 comentarios:

Anónimo dijo...

Estimado David, muy interesante articulo el escrito por Machover. Es cierto, no hay evidencias de que Guevara finalizara la carrera de medicina. De hecho, precisamente la ausencia de evidencias apunta a lo contrario... Pero mas alla de esas disquisiciones tan particulares, lo unico irrefutable, lo verdaderamente cierto es que Guevara nunca tuvo alma ni espiritu de verdadero galeno, desde su infancia psicopatica donde ya se dedicaba a matar y torturar gatos, pasando por su etapa de nomada y "revolucionario" insensible y cruel. Guevara fue un criminal, en todo el sentido de la palabra. Nunca respeto la vida humana, requisito indispensable para poder ser catalogado como medico responsable, verdadero...

Un saludo.

Al Godar dijo...

Interesante.
Ahora los historiadores tendrán que buscar esos diplomas y justificar esos títulos.
Saludos,
Al Godar

Zoé Valdés dijo...

Muy bueno, excelente. El libro lo es, y ha conseguido cambiar muchas mentalidades en Francia.

Isis dijo...

Un libro imprescindible.

Anónimo dijo...

Pues sí, como dice Zoé, es un libro que ayuda a cambiar la mentalidad de mucha gente. A mí me pasó algo parecido con otro de Jacobo Machover, LA MEMORIA FRENTE AL PODER, donde me enterñe que la moda de gritar “paredón” también se le contagió a Guillermo Cabrera Infante. Machover publica los escritos de Cabrera apoyando los fusilamientos que aparecieron en el diario Revolución. Lo traigo a colación porque ahora se ha desatado la onda retro con el tema del paredón.