miércoles, 28 de enero de 2009

Última estancia en Davos (poema)

 

Hoy es el aniversario de José Martí.  Ante la excesiva proliferación de estudiosos y expertos sobre su obra, mi ignorancia siempre me ha aconsejado mantener un cauto silencio, no en sí por consideración a estos sino por respeto al ser humano, poeta, pensador, escritor, romántico, que devino emblema nacional y que, a partir de su muerte, ha sido utilizado por todo tipo de seres muy por debajo de su talla como ataque y contraataque de unas mismas ideas o de ideas diferentes.  Como dijo John Lennon de ellos mismos en comparación con Jesucristo, en el desbordado patio cubano, con cercas y sin cercas, su nombre ha bailado más que el de Dios sobre la punta de disímiles e infinitas lenguas, y cien años de sucia historia política de despreciable monta le han convertido en un comodín al que todos ofrecen, en secreto, el valor del escudo para esconder desmanes, errores y horrores, y por otra parte, al descubierto, también el de un espejo de justas menciones.  Pero estoy seguro de que si hoy viviera, manteniendo la misma ética que se advierte en sus palabras, ya habrían existido innumerables Pedros que le habrían negado muchas más veces que tres, y no pasaría de ser un apestado incomprendido.

David lago González

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(C) Arturo Souto (Davos Platz, 1922)

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¿Qué importa el paisaje, la Gloria, la bahía, la línea del horizonte?

Lo que yo veo es el callejón.

Manuel Bandeira

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¿Ha oído hablar de La Patria?

Sí, sin duda: en sus jóvenes años fue tan zarandeada como en los míos.

Seguramente también sintió vergüenza de esa falacia,

y esa mezcla de rabia y piedad por los labios que la limitaron a una cáscara de nuez,

a una piedra que deshace la fuerte paz translúcida del cristal,

a un número sobre el antebrazo del alma, al asta que pincha estúpida la nube,

a la tea que nos acercan al rostro para identificarnos

o para quemarnos los ojos. A veces recelo de que incluso aquí,

perdidos en el tiempo, estemos a salvo del rebrote que hace temblar mis manos.

¿Lo advierte...? No obstante, dicen que no estoy enfermo.

Yo me río, me encrespa la practicidad incapaz de ver

lo que tantos ilusionistas han hecho con el inflamado espíritu

que una vez fue inocente, imberbe ausencia del peligro.

¡Nos han arruinado! Yo me río, ¡acompáñeme!

Pues sí, tiene razón: más vale el leve riptus

de una sonrisa que aspiramos como suspiro.

En eso se ha convertido la felicidad.

Aún acatamos la obsesión de no bajar la guardia...

La patria;

la patria, Herr Castorp, siempre fue para mí

un salón con dos sillones triunfales, asomados al sol y a las sombras;

medio tonel de madera luciendo una lustrosa begonia gigante;

un cuaderno donde el grafito descubría mágicas formas sobre un papel de seda

y yo, maravillado, pensé aquella noche

que esas siluetas eran lo que los mayores llamaban vida y hombres.

Y al crecer, como usted, me di de bruces con las antorchas, las banderas,

el espejo negro de las botas, los cristales rotos, las teas insolentes,

y las puntas de los dedos

que señalan a nuestras almas como a algo peligroso,

debilidad que no merece el aire de la patria.

Tal vez no nos dimos cuenta

de que siempre quedamos atrapados en un callejón sin salida,

y sin salida sería aquella línea que por encima del muro suponíamos horizonte.

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(Madrid, 18 de enero de 2004.)

© 2004 David Lago González

jueves, 22 de enero de 2009

VIDA EN EL LABORATORIO

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NOTA DEL BLOGGERDecido volver a editar esta entrada por haber acabado de leer en el blog Penúltimos Días, moderado por Ernesto Hernández Burgos, el artículo "Hijos de Papá", escrito por Juan Abreusobre el tema “Encuentro” que va, POR FIN, más allá de las comentadas subvenciones estatales españolas y las especulaciones y preguntas sobre su uso. Y digo “por fin” porque creo que la neutralización política del Off-Cuba es un proceso —tan sutil como las propias maniobras de la Revolución— para que los ocupantes legendarios de sillas y antiguos poderes ni siquiera lleguen a sentir el menor temor de perder lo que, en la gran, inmensa mayor parte de los casos, atesoraron a costa del talento silenciado de creadores que con triste dignidad se retiraron a los rincones del ostracismo y fueron, como dice Juan Abreu, mirados insolentemente por encima del hombro.

 

 

 

VIDA EN EL LABORATORIO

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Aprendes a moverte por el mundo de la censura sin perder el equilibrio, y tú, desdichado, lo tomas entonces por un juego divertido. A veces te dan palmadas en el hombro por tu “valentía”.

Aun así, no diría que emprendí abiertamente el camino de la rebelión, pues nunca había sido yo un espíritu rebelde; sólo aumentó mi asco. Sí, el asco se encargó del resto. Quien no ha vivido en el mundo de las causas ininteligibles, quien no se ha despertado nunca con el sabor de este asco en la boca, quien no ha sentido nunca cómo se extiende por su organismo y lo domina, por último, esta epidemia de la impotencia universal, no sabe de qué estoy hablando.

Imre Kertesz

 

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Establecer márgenes generacionales para lo que en este texto intento exponer es algo sumamente difícil. Los números ofrecen una perspectiva demasiado rígida y esa rigidez se adapta mal a la evolución creativa, y también a la propia involución del creador cuando su vida y sus circunstancias, independientemente de las generales, transcurren íntimamente ligadas a su posición y proyección éticas. Vida y obra se encuentran entrelazadas, sobre todo en el caso de los poetas, pues la una y la otra se alimentan entre sí, se reflejan una en otra y casi llega a suceder esa simbiosis que se da caprichosamente entre los perros y sus amos: ambos terminan pareciéndose, si no fusionándose, sin poder determinarse a posteriori quién fue el primero en semejarse al otro.

Tal vez por eso quizás sería mejor proponer una barrera, una línea divisoria que, aparte de la edad de las partes concurrentes, establezca esa aproximación a la diferenciación que se escapa a lo generacional cuando el creador —y especifico, creador— es un ente que, aún inconsciente o subconscientemente, trata siempre de superponer su albedrío a las reglas de mercado, a las normas de conducta, y/o a los intereses políticos.

En la medida de la obviedad, el año 1980 en Cuba constituye una buena y palpable referencia para establecer diferencias, definiciones y prolongaciones, ya sea de forma general o en el caso particular que nos ocupa. Hay un antes y un después del año 80 con su cascada de acontecimientos limítrofes: trágicos social y físicamente; bochornosos en lo ético-social; ominosos en lo humano, y también reconfortantes; definitorios en el compromiso personal de cada cual consigo mismo. El mes de abril fue nuestra Noche de los Cristales Rotos, por la que desfilaron, con el desorden que caracteriza a esas latitudes, las más bajas pasiones. Incluso, de manera institucional hay muchas cosas que antes de esa fecha eran tratadas de una forma y, después de mayo del 80, pasaron a ser tratadas de otra: por ejemplo, la consideración y correctivo político o delictivo de muchos actos (escapar del país cruzando el estrecho de La Florida, comprar carne de contrabando, hablar mal de la Revolución o de alguno de sus dirigentes, etc.)

Partamos la Revolución a la mitad. En esos primeros 25 años guillotinó muchas maríaantonietas y los bucles quedaron a la deriva, rodando desordenadamente por el suelo. Partió por la mitad muchos conceptos y formas de ser y estar, ideas y gestos en los que habíamos nacido y crecido antes de la Revolución, y que conformaban en nosotros “el fuerte” en el que se apoyaba o se apoyaría lo que luego seríamos, el sustrato del que, de una forma u otra, floreceríamos, o del que floreceríamos en una forma o en la otra.

Una forma era mantener nuestra esencia personal e individual, nuestra libertad a decidir en cualquier aspecto de nuestra vida, nuestra innegable e irrefrenable necesidad de selección y nuestra exigencia por determinar, establecer, fijar, definir –es necesario que los mencione todos, aun cuando resulte cansino y repetitivo–, sentar, adoptar, optar, elegir, tomar e incluso, si podíamos, declarar el YO que había en nosotros, por encima de ese todos, cuba, revolución, pueblo, unidad, antiimperialismo y gran etcétera del colectivismo que nos tragaba, nos anulaba y quería sustituir lo natural del ser humano con la imposición de unos excelsos valores de hojalata, plomo y manual para principiantes. Lo logró: nos tragó. Y después de digerirnos, nos devolvió al exterior. Y somos lo que somos, final de algo que nadie gusta de reconocer, o que alimenta y mantiene a algunos otros.

La otra (forma) era capitular ante el aplastante poder de la fuerza, ante la subyugadora fuerza del poder, y ser brizna arrastrada u ola de esa corriente, llevándonos a nuestro paso cualquier cosa, impedimento o no, que encontramos en el camino. Y ambos, La Revolución y nosotros, lo logramos, cada cual en su medida: ella nos tragó, nosotros nos creímos que nos la habíamos tragado. Y después de digerirnos, nos devolvió al exterior. Y somos lo que somos, y por mucho que nos reciclemos siempre vamos a ser lo que somos.

Quizás hay un punto intermedio entre las exposiciones de los dos párrafos anteriores: el que se lo creyó y/o el que quiso, ha querido y quiere dar la imagen de que se lo creyó. Esta proyección va acompañada de una entelequia: las ideas son puras y no traicionan, son las bocas y las manos las que tuercen estas ideas al ejecutarlas. Pero, no obstante, las ideas las genera el hombre, no son una suerte de milagro. La Biblia fue escrita por los hombres, no la escribió Dios.

En un estado totalitario y represivo, sutil o brutalmente, lo anteriormente dicho se materializa, pues, en tres clases de individuos: el consecuente consigo mismo, el arribista, y aquel otro que, llevado por el humano afán de subsistir, accede íntimamente a ceder parte de sus convicciones a favor de una proyección pública que lo contradice pero que le resulta tolerable porque puede sobrellevarla con una cierta asepsia. El problema es que el tiempo avanza, los años vuelan y las dictaduras –específicamente aquéllas de las que podemos hablar por haberlas conocido, las comunistas— exigen cada vez más terreno individual a favor suyo. Cuanto más avanzan en el tiempo, más viscosas y enrevesadas, e inteligentes y maquiavélicas, se hacen.

La Revolución Cubana lleva ya medio siglo de vida. Sin duda alguna, en su primera mitad los métodos de convencimiento y atracción fueron más cruelmente sutiles, angelicalmente diabólicos, brutalmente refinados, porque tenían que vencer y convencer a un abanico de pensamiento mucho más amplio. Ya muchos eran hombres formados cuando triunfó la Revolución. La misión de convertir a estos era dura. La misión de convertir a aquellos cuyas ideas recién habían comenzado a brotar de entre su sustrato personal, individual y único, fue, sencillamente, criminal. Jugaban con la infancia, torcían sus manifestaciones, encorsetaban sus libertades, incriminaban sus pensamientos espontáneos. Una buena parte de la población tuvo que buscar sus caminos sometida a estas coyunturas. Para algunos fueron definitivas y los marcaron de por vida, inutilizándolos. En otros actuó como propulsión de una ola de oportunismo que barría todo lo que encontrara a su paso. Entre ambos, están los del montón, los del no pero sí, los del aparentado, los del “hay que vivir”.

Pero en medio siglo hay una segunda mitad. Para los últimos 25 años la Revolución tenía algo ganado: no tenía que lidiar desde el inicio con generaciones que arrastraban reminiscencias propias de otros tiempos distintos. Ya tenía las suyas propias, nacidas después del año 59, más puras o menos contagiadas que las anteriores. Aunque, por muchas revoluciones que sucedan al unísono, no es posible barrer del todo con una ética meramente humana, intrínsecamente histórica, tradicional, prácticamente genética, es lógicamente aceptable, y aceptado es, que nuevos valores éticos se vayan produciendo y sucediendo a lo largo del tiempo. Cuando menos, grandes o pequeñas variaciones. Las proporciones éticas están compuestas por una pequeña isla de objetividad nadando en un océano de subjetividades. Aunque miradas desde fuera, ciertas cosas y actitudes pudieran ser vistas desde una misma perspectiva, es absolutamente admisible que esa óptica no fuera aplicable, no al hacer un zoom sobre el punto, sino a nacer, crecer, vivir y morir en ese punto y desde allí al exterior.

Me hago muchas preguntas sobre la naturaleza humana. Sobre la pureza de esa naturaleza. El condicionamiento existe en todo tiempo y lugar, y cuanto más cerrado y asfixiante es el espacio, más maneras se ingenian para obtener más oxígeno. Pero, ¿todo es válido? ¿Todo es ético? ¿Dónde están los límites? Y ¿cómo probarlos, cómo medirlos? Dudo sobre cómo juzgar a la gente. Los valores éticos han cambiado, eso está claro. Pero ¿podemos afirmar categóricamente que todos los venidos después son oportunistas desalmados? Lo ignoramos, verdaderamente. No sabemos acusar por igual –quizás también porque partimos de una ética--. Tampoco somos todos iguales, salvo en la categoría de la coballa. Tal vez los primeros sufrimos más experimentos, mayor experimentación, mayores errores, y carecíamos de los anticuerpos que los segundos han ido ya generando sobre nuestra experiencia acumulada.

Para unos, la vida en laboratorio ha mermado definitivamente el interés por otra opción vital, cualquiera que ésta sea. Los resultados han sido letales. Si la Revolución cavó la fosa, el agotamiento coloca sobre ellos su pesada losa.

Para otros, la vida comienza a partir de ahora, fuera del laboratorio. Y están prestos a demostrar su capacidad y las habilidades ganadas durante el entrenamiento.

No obstante, debe existir un equilibrio en alguna parte. O, ¿habrá muerto del todo aquello que Martí llamaba “mejoramiento humano”?

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© 2007 David Lago González.

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Este texto fue censurado por los entonces editores de La Peregrina Magazine para el número sobre "pensamiento cubano" por considerarlo demasiado "pesimista" (dejo al lector la valoración de esta opinión). La Peregrina Magazine es una revista digital (dirigida por mi amiga y soulmate Karin Aldrey), a la que pertenezco y con la que colaboro desde prácticamente sus inicios en Marbella, España. No sé si al ostracismo acostumbrado, deba añadir el título nobiliario de "censurado en la otra Cuba", mas, sea lo que fuere, es significativo de que la verdad por lo general no es bien recibida en ninguna parte. Finalmente, el texto fue publicado (y pagado) en la RHC. (Nota del blogger y autor)

martes, 20 de enero de 2009

Noche temática

La Noche Temática del pasado sábado en el canal 2 de Televisión Española versó sobre Cuba.  Se compuso de dos partes: un documental y la película "Miel para Ochún" protagonizada por "Pichi".

Creo que con anterioridad había visto la película o, al menos, una buena parte de ella, y, por supuesto, ni me cruzó por la mente someterme voluntariamente a tal tortura, máxime cuando desde hace años otro de mis "desprendimientos" fue negarme a ver cine cubano.

Pero sí vi la mayor parte del documental, que no sé por quién estaba filmado.  El documental era bueno debido a su sutileza.  Por una parte iba la narración y por otra parte las imágenes.  Estas últimas solían ser lo contrario a lo primero, o, más exactamente, no lo contrario sino lo complementario, la realidad.  Otras muchas veces, al ver cosas sobre Cuba, siento indignación, impotencia, rabia.  En esta ocasión sentí una gran tristeza, casi dolor.  No sé si ha habido premeditación o se ha producido de forma natural, pero es obvio que la Revolución cuenta a su favor con un escudo humano que, de producirse un cambio, será el gran problema nacional.  No tiene nada que ver con las distintas manifestaciones de la política, o de ideologías inexistentes y ahora re-inventadas a la fuerza.  Tiene que ver con lo humano, y sabemos que el ser humano es tan inflamable como una vieja moqueta.  Ahí radica el peligro del cambio.

(C)  2009 David Lago González

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sábado, 17 de enero de 2009

PRESENTACIÓN DEL LIBRO "La cara oculta del Che" de Jacobo Machover

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PRESENTACIÓN DEL LIBRO

LA CARA OCULTA DEL CHE

DE JACOBO MACHOVER

(EDICIONES DEL BRONCE / PLANETA)

A cargo de Orlando Fondevila y de Raúl Rivero

en presencia del autor

Miércoles 21 de enero de 2009 a las 19 H

Fundación Hispano-Cubana

C/ Orfila 8 1° A

29010 - Madrid

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Enlace a esta entrada: http://theplacewherenothingisreal.blogspot.com/2009/01/la-profundidad-infinita-del-espejo-del.html

JACOBO MACHOVER - Las armas o los medicamentos

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NOTA DEL BLOGGER:  Jacobo Machover me envía el texto INÉDITO, "Las armas o los medicamentos", no incluido en su libro publicado sobre el Che.

Es para mí un honor esta deferencia del amigo Jacobo.

Shalom dechem!

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Las armas o los medicamentos

Guevara no sentía ninguna vocación por la carrera de medicina, que nunca ejerció de forma un tanto seria. Solamente efectuó algunas prácticas en Perú, en Guatemala y en México. Pero ¿era realmente médico?

Uno de sus biógrafos más críticos, el historiador cubano exiliado Enrique Ros, pone en duda la existencia de su diploma, conseguido, supuestamente, en 1953, entre dos viajes. Ros afirma que le era materialmente imposible concluir sus estudios en un período de tiempo tan corto, aunque hubiera sido un prodigio de estudiante, lo que evidentemente no era.[1] En el transcurso de sus investigaciones le pidió a la facultad de medicina de Buenos Aires que le comunicara una copia del diploma de Ernesto Guevara. Las autoridades académicas le contestaron que el documento había desaparecido pura y simplemente de los archivos de la universidad. De hecho, ninguno de sus exegetas ha podido ver ese documento. Otro biógrafo, uno de sus principales hagiógrafos mejor dicho, el mexicano Paco Ignacio Taibo II, pretende que Guevara logró convalidar sus estudios gracias a las prácticas efectuadas fuera de Argentina.[2]

El caso es que el propio Guevara reconocía, en una carta, que no había logrado convalidar sus diplomas en Guatemala. De ahí que no pudo ejercer allí la profesión por la que había estudiado.[3]

En definitiva, aunque hubiera adquirido finalmente el conjunto de las materias necesarias en los bancos de la facultad, sus estudios teóricos, exceptuando unos pocos períodos de observación en distintos centros sanitarios de América latina (una leprosería en Perú, un hospital en México), no pudieron ser confrontados a la práctica ni actualizados. De igual modo, nunca obtuvo la “residencia” en Argentina, requisito imprescindible para poder ejercer con pleno derecho en el seno de las instituciones hospitalarias.

Su futuro compañero de armas, el abogado Fidel Castro, tampoco llegó a ejercer seriamente la profesión por la que había estudiado. Pero había participado en las luchas estudiantiles en la facultad de derecho de la universidad de La Habana y utilizado su diploma para cuestionar la legitimidad del golpe de estado de Batista, así como para defenderse a sí mismo durante el juicio que tuvo que enfrentar en octubre de 1953 por el asalto al cuartel Moncada.

Fue Castro quien le otorgó a Guevara su función de médico en la expedición del Granma:

“Charlé con Fidel toda la noche. Y al amanecer ya era el médico de su expedición.”[4] Aquel reconocimiento significaba para él mucho más que los diplomas académicos. Le era suficiente haber sido designado por Castro. Pero nunca se le había pasado por la mente ser un médico dedicado a atender y curar a los pobres. No era ése ni su objetivo ni su destino.

Había formado parte de la expedición del yate Granma, en medio de los ochenta y dos hombres de Fidel Castro, que salió del puerto de Tuxpan para alcanzar, el 2 de diciembre de 1956, las costas orientales de Cuba, como médico de la tropa. Pero, en el momento en que se produjo el primer combate, en Alegría de Pío, cuando los rebeldes fueron sorprendidos por los soldados de Batista, tuvo que hacerle frente en seguida a una elección decisiva. Así es como relata sus dudas:

“Quizás esa fue la primera vez que tuve planteado ante mí el dilema de mi dedicación a la medicina o a mi deber de soldado revolucionario. Tenía delante una mochila llena de medicamentos y una caja de balas, las dos eran mucho peso para transportarlas; tomé la caja de balas, dejando la mochila.”[5]

En diversas ocasiones, sin embargo, tuvo que ejercer su función de médico, para la cual había sido reclutado en el seno de la tropa.

A los periodistas cubanos que habían ido a la Sierra Maestra para entrevistar a los guerrilleros, contestó a una pregunta sobre la importancia de sus lecturas:

“Infatigable. Menos los de medicina... todos los libros.”[6]

No se trataba de una broma. Guevara había tirado por la borda todo lo que le pudiera recordar sus estudios, que no intentaba de ninguna manera poner al día con lecturas que pudieran aportarle nuevos conocimientos. Prefería librar un diágnostico médico-social bastante vago sobre la situación del campesinado cubano, pocos meses después del desembarco del Granma, mientras seguía ejerciendo, a regañadientes, las funciones de médico de la guerrilla.

Cuando tenía que expresarse sobre ese tema, Guevara relativizaba sistemáticamente el interés de su formación como médico. Prefería poner de relieve las circunstancias del surgimiento de su conciencia social, como en una conferencia pronunciada el 19 de agosto de 1960 en el Ministerio de Salud pública:

“Después de recibido, por circunstancias especiales y quizás también por mi carácter, empecé a viajar por América y la conocí entera. Salvo Haití y Santo Domingo, todos los demás países de América han sido, de alguna manera, visitados por mí. Y por las condiciones en que viajé, primero como estudiante y después como médico, empecé a entrar en estrecho contacto con la miseria, con el hambre, con las enfermedades, con la incapacidad de curar a un hijo por la falta de medios, con el embrutecimiento que provoca el hambre y el castigo continuo, hasta hacer que para un padre perder un hijo sea un accidente sin importancia, como sucede muchas veces en las clases golpeadas de nuestra Patria americana. Y empecé a ver que había cosas que, en aquel momento, me parecieron casi tan importantes como ser un investigador famoso o como hacer algún aporte sustancial a la ciencia médica: y era ayudar a esa gente.”[7]

En sus Pasajes de la guerra revolucionaria, el Che relata sus consultas con los campesinos que los guerrilleros tenían que atender, lo que tanto ayudó a su reputación de “médico revolucionario”, capaz de cambiar su fusil por el estetoscopio e inversamente:

“En aquella época tenía que cumplir mis deberes de médico y en cada pequeño poblado o lugar donde llegábamos realizaba mi consulta. Era monótona pues no tenía muchos medicamentos que ofrecer y no presentaban una gran diferencia los casos clínicos de la sierra; mujeres prematuramente avejentadas, sin dientes, niños de vientres enormes, parasitismo, raquitismo, avitaminosis en general, eran los signos de la Sierra Maestra. (...) Mis conocimientos no daban para mucho más, pero, además, todas tenían el mismo cuadro clínico y contaban la misma historia desgarradora sin saberlo.”[8]

De todo ello el Che llegaba a la conclusión de la necesidad de la reforma agraria, única solución susceptible de acabar con la malnutrición de los campesinos de la Sierra Maestra, donde ponía en práctica sus conocimientos médicos, sobre todo para curar episódicamente a sus compañeros heridos y a algunos soldados del Ejército de Batista, o para aliviar, de forma radical, los dolores de muelas de los integrantes de la tropa, lo que le valió el apodo de “Fernando Sacamuelas”. En cuanto Fidel Castro lo elevó al rango de comandante guerrillero, en julio de 1957, abandonó por completo la función que había tenido que ejercer anteriormente. Las responsabilidades de jefe de guerra y de médico, de matar y de curar, se habían vuelto, en su propia mente, incompatibles.

Eso no le impidió recibir un reconocimiento honorífico (y sumamente complaciente) por parte de los médicos cubanos que, entusiasmados por la huida del dictador Batista, lo nombraron en seguida, el 13 de enero de1959, “Médico Cubano Honorario”. Al día siguiente, el diario Revolución, ógano del Movimiento 26 de julio, anunciaba la noticia de la manera siguiente:

“Reunidos en sesión solemne, el ejecutivo del Colegio Médico Nacional, recibió ayer al comandante Ernesto Guevara, prestigioso médico argentino que hizo suya la causa de la Revolución.”[9]

No obstante, el “prestigioso médico argentino”, que fue rápidamente naturalizado cubano por decreto especial del gobierno revolucionario, había conquistado su fama en los campos de batalla mucho más que en los hospitales.


[1] Véase Enrique Ros: Ernesto Che Guevara: mito y realidad, op. cit., pp. 29-46.

[2] Véase Paco Ignacio Taibo II: Ernesto Guevara, también conocido como el Che, op. cit.

[3] Carta del 10 de mayo de 1954, citada por Enrique Ros: Ernesto Che Guevara: mito y realidad, op. cit., p. 161.

[4] Véase Jorge Masetti: Los que luchan y los que lloran. La Habana, Madiedo, 1960.

[5] Ernesto Che Guevara: Obra revolucionaria, op. cit., p. 115.

[6] Entrevista reeditada en Bohemia. La Habana, 24 de febrero de 1959.

[7] Ernesto Che Guevara: Escritos y discursos. La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 1977, tomo IV, p. 176.

[8] Ernesto Che Guevara: Obra revolucionaria, op. cit., pp. 156-157.

[9] Revolución. La Habana, 14 de enero de 1959.

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viernes, 16 de enero de 2009

Turismo invertido

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Yo no sé por qué será, pero hay que ver que la gente se obsesiona con practicar un turismo invertido desde Cuba y hace lo indecible por superar el Síndrome de Piñera una y otra vez, una y otra vez, con lo bien que se ha vivido allí desde que llegó la Revolución y haciendo uso de una libertad tan, pero tan excesiva que te paraliza al hablar como si aliento y palabras fueran enormes carámbanos que, una vez que te salen, no puedes ya nunca más cerrar la boca.

No sé tampoco por qué idiotez mía —una paranoia absurda, un desatino de los sentidos—, no debo dar nombres. Un día, no hace tanto, el protagonista de esta insignificante historia tuvo la estúpida ocurrencia de irse a Estados Unidos. Se subió a un bote que violó las aguas jurisdiccionales cubanas también a la inversa, pero fue empujado por las traicioneras corrientes del golfo y empujado a un bojeo por la costa sur para terminar casi por la Península de Guanahacabibes. Los atentos y valerosos guardafronteras le apresaron y al cabo de unos días en un sitio de detención le liberaron y le pusieron en camino con la misma ropa raída y los apenas zapatos que habían sobrevividos, como él, a la experiencia marítima. Gracias a la ayuda y lástima de camioneros y gentes del camino llego al otro extremo de la isla, donde vivía.

Al cabo de un tiempo, un familiar suyo en el Imperio Criminal y Cruel comenzó a hacer gestiones que ya no son ni siquiera gestiones sino simplemente dinero que hay que pagar a terceros (entre los que se encuentran, claro está, avispados militares isleños que pueden hacer grande como la realidad el detalle del deseo) para salir a través de otro país.

Pero el protagonista de mi historia no pudo esperar y, sin importarle lo que ya había pagado su familiar que es un simple trabajador en el otro gran país, zarpó de nuevo (claro, previo pago del paciente familiar ya casi en banca rota). Esta vez se perdió su rastro hasta que se supo que lo habían abandonado en una isla desierta y tuvo que matar culebras para sobrevivir (nada peligroso por otra parte pues, como se sabe, las culebras son altamente recomendadas para llevar una sana dieta mediterránea), y hasta sufrió de deshidratación (lo que tampoco es tan terrible pues así se ahorra el pasar por el gimnasio más tarde cuando ya esté enganchado a la cochina vida burguesa).

De esa isla le llevaron a la isla mayor, que tiene capital y todo, y hasta paraíso fiscal. Lo volvieron a encerrar en una casa de detención. Su familiar voló desde el gran país al pequeño, provisto de mucho dinero prestado para hacer entrar en razón a las personas que le custodian. Allí le hará pasar jabón, ropa y comida en recipientes de plástico. Sabe que ahora puede comenzar una batalla infinita. Al protagonista le pueden retener durante meses o años.

En fin, como veis, la juventud está perdida.

© 2009 David Lago González

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jueves, 15 de enero de 2009

Un día más sin importancia

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(C)  Laurie Lipton

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El aire se llena de rumores, pájaros y aviones

que entorpecen el anonimato

de un día más sin importancia

que no sea el triunfo inapreciable de una vida cotidiana.

Dicen que uno de los dioses mayores

ha cedido a su propia naturaleza

y, como un miserable más que él despreciara,

yace en una cama próxima a la debilidad de los mortales.

Otros dicen que ya ha cedido a la putrefacción

y que espera, embalsamado, por un día conveniente.

Un tiempo para morir, un tiempo para vivir,

se puede leer en el Eclesiastés.

Demasiado humano para uno de los dioses más poderosos del Olimpo.

Como sus súbditos más abyectos,

se debate entre convenir o ser inconveniente,

lo que pone en duda que alguna vez haya pertenecido en realidad

al Olimpo de los Dioses.

Estos no esperan por un momento oportuno,

estos no aguardan por el momento oportuno:

simplemente hacen y deshacen, hacen o deshacen,

tragan a sus hijos como Saturno, o los convierten en cabras,

no importa cuánto se hayan apresurado sus vástagos

a olvidar y borrar los pliegos y pliegos que elevaron hosannas

a sus gestas, voluntades y caprichos; no importa

que sus hijos hayan jurado alguna vez ofrecer su vida mortal

por la inmortalidad de su alma; no importa que los visionarios,

atesorando la posibilidad de un nuevo cielo, se den por traicionados

y proclamen su pureza ante los desmanes del todo omnipresente;

no importa que sus otros hijos concebidos por misteriosas consecuencias malhadadas,

estén ya mortalmente muertos, o mortalmente demasiado cansados

para sostener en sus manos de piel, de huesos, ceniza o aire, una ligera copa

de peso incomparable al de la hoja de otoño que les cubrió,

eso sí, bajo toda la eternidad despiadada del Olimpo;

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o el peso de ese cristal no supere al del trémulo brote

que sugiere una continuación más allá del fin del mundo.

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(Madrid, 15 de enero de 2009)

© 2009 David Lago González

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KARIN ALDREY - Sobre la muerte de un demente

 

Yo quería que se muriera, pero no ahora, sino hace mucho, mucho tiempo atrás. Lo quería muerto cuando mi Central se vio invadido por unos barbudos extraños, con pinta de forajidos mataindios, y tuvimos que aprender a hablar en voz baja. Lo quería muerto cuando el divorcio por causas políticas nubló mi hogar. Lo quería muerto cuando a mi padre se lo llevaron una madrugada bajo los cargos de alta traición, delito que sin ser argumentado con pruebas fehacientes, lo confinó a nueve años de prisión en las mazmorras de la cárcel de Boniato. Más lo quise muerto cuando aquél hombre alto, de ojos claros y hermosos, alegre, dicharachero, me lo regresó el tiempo con el pelo blanco, el cuerpo esquelético,  la mirada perdida, los riñones hecho polvo a causa del maltrato y el hambre.

Lo quise muerto cuando me internaron en una beca inmunda donde las makarenkos, la nueva Gestapo del submundo, me avasallaban con sus arengas y sus alaridos de histéricas rabiosas. Lo quise muerto cuando me llevaban como ganado a recoger café en las montañas con apenas 13 años de edad. Lo quise muerto, enterrado, comido por los alacranes y las alimañas, cuando mi adolescencia se vio entre rejas -espantoso lugar Empedrado y Monserrate. Lo quise muerto, fuera del único mundo que conocía hasta entonces, cuando me sentaron en una calle habanera para que como a María Magdalena, me apedreara la chusma y recibiera mi merecido por ser extraterrestre.

Lo quise muerto cuando mis amigos desaparecían en el océano, ametrallados o ahogados, cuando los encerraban en la UMAP o les bajaban los pantalones en los carnavales para saber bajo qué atrevida indumentaria ocultaban sus penes. Lo quise muerto cuando los perseguían por no querer ir al Servicio Militar Obligatorio, cuando los arrojaban a las celdas cubiertas por el mar, plagado de tiburones, en ese infierno que fue el Morro, y cuando los hacían trabajar en granjas al otro extremo de la isla para que sus familias no pudieran ir a visitarlos.

Lo quise muerto cuando me impidieron estudiar y mis tardes se limitaban a escuchar desde mi encierro de “prisión domiciliaria”, las estaciones americanas que  se filtraban por el radiecito ruso que mi madre se había ganado en el trabajo por romperse el lomo. Lo quise muerto cuando los Comités de Defensa de la Revolución, nos denunciaba por peligrosidad social, y cuando me citaban de la Seccional para prohibirme acudir a las actividades públicas como los carnavales o los festivales de música.

Lo quise muerto, con la boca cocida y el estómago perforado, cuando veía a mi madre taparnos con las colchas raídas y hacer colas kilométricas en el Copelita, para traer helado y así poder hacernos chocolate caliente en las noches invernales. Lo quise muerto, atravesado por puñales, violado por el trasero en cuatro patas, cuando por falta de ambulancias mi madre muere a destiempo y mi hermana fallece por negligencia médica y mal diagnóstico en un hospital.  Lo quise muerto, hecho pedacitos, convertido en ceniza, cuando tuve que cerrar los ojos y emigrar, dejando detrás las calles de mi ayer envueltas en la bruma de la resignación.

Ahora no quiero que muera, quiero que esté vivo para que sea juzgado en esta tierra, para que sea humillado, ultrajado, desvestido y torturado, aunque su demencia no le permita comprenderlo ni sentirlo.

© 2009 Karin Aldrey

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martes, 13 de enero de 2009

Los hijos de Sem

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Palestina bíblica En el capítulo X del Génesis se cuenta que los hebreos, los cananeos y los asirios descienden de los hijos de Sem. Los antropólogos modernos se han basado en el relato bíblico para agrupar bajo la denominación de semitas, o hijos de Sem, a una serie de pueblos que comparten diversos caracteres étnicos y lingüísticos, entre los que destacan los hebreos y los árabes. (<http://www.entradagratis.com/Enciclopedia-de-Antropologia/515/Pueblos-Semitas.htm>) El mundo, tal como lo conocemos y vivimos hoy, se ha alzado sobre la confrontación y la complementación de los descendientes de Sem, y ha tenido por escenario inicial y referente un sitio común: la región bíblica y geográfica de Palestina. Ambas entidades han sido odiadas y admiradas más allá de toda razón, salvajemente, apasionadamente, fatricidamente, atrozmente, irracionalmente; y el mundo ha girado y girado sobre un mismo eje (región palestina) que infinitamente se rebasa a sí mismo y llega hasta los confines más lejanos a su centro. Con frecuencia son culpados de todos los males de la humanidad y, sin embargo, no hay parte del mundo que no deba algo a alguno de los dos pueblos.

Irremediablemente, el mundo ha tratado de adaptar la historia primigenia a las distintas etapas de la civilización y el resultado ha sido siempre: expulsiones masivas, diásporas, muerte, aniquilación, exterminio, incomprensión, odio y envidia. Estúpidamente, el mundo trata de encorsetar un tema ancestral y atemporal a las rígidas fronteras del modernismo y la actualidad, cuando ya, más allá de todo pragmatismo temporal, se ha dejado de luchar por la tierra para luchar por el cielo. Ese mundo estúpido no puede comprender eso.

Las consecuencias no justifican sus razones, y viceversa. Pero ese mundo inflamado del “hoy y aquí” es incapaz de ver más allá de sus pancartas y sus propios problemas idénticos a los de siempre pero miserablemente pegados a la materia, y cada día están más lejos de descubrir que en las expulsiones y las diásporas está también la búsqueda de un lugar común; en la muerte también hay vida; de la aniquilación no se extermina la voluntad de sobrevivir; en la incomprensión crepita como una braza el propósito; en el odio hay también amor; y en la envidia, admiración.

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© 2009 David Lago González

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lunes, 12 de enero de 2009

KARIN ALDREY - Refranes, paradigmas, frases...

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Refranes, paradigmas, frases, adagios y aforismos, complicada telaraña del dime que te diré.


Como dice un viejo refrán, “la matemática no falla”. Mientras en los laboratorios políticos y comerciales del mundo se planifican, elaboran, experimentan, diseñan tácticas y estrategias para controlar las mentes humanas, recuerdo a Maquiavelo, el más agudo y astuto conocedor del Poder de todos los tiempos: "Todos los profetas armados han triunfado; todos los desarmados han perecido." Es así como encontramos esta frase de gran utilidad para analizar los consabidos métodos de los que se vale el gobierno de La Habana, para permanecer y prevalecer. Subestimar el potencial de malignidad y sofisticación con que ha sobrellevado el caos por cincuenta años, es ignorar los poderosos tentáculos con los que soterradamente, ha mantenido en andas su campo de influencia y controlado las orillas. No solamente se puede hablar de las armas de exterminio físico, sino también aquellas que someten, distorsionan y aniquilan las ideas.

La sabiduría popular nos martilla en la Historia, y más que los historiadores, con sus adagios y proverbios ha dejado un legado sustancial a nuestra humanidad: “Cuanto más siniestros son los designios de un político, más estentórea se hace la nobleza de su lenguaje”. En realidad, si prestáramos más atención a las voces anónimas del hombre, hubiéramos aprendido mejores lecciones, pero siempre nos hemos dejado guiar por abstracciones rebuscadas y elocuencias engañosas, por los dioses de la tierra que han sido erigidos por la insensatez.


El joven Fidel Castro tuvo grandes maestros. Leyendo a los clásicos, a los filósofos de la antigüedad, a los genios siniestros contemporáneos, descubrimos que su trayectoria y su discurso, tenían como referencia una vasta biblioteca auxiliadora. Sus fantasías de conquistador se vieron colmadas por la lectura, incluso puedo imaginarlo escondido en un sótano, como el delicioso niño de La Historia Interminable, combatiendo a ciegas por tronos inaccesibles, escalando ciudades amuralladas espada en alto, apoderado de tribunas frente a huestes tan sanguinarias como las de Alejandro.


El amador de armas entonces descubrió que en ellas se podría encontrar su victoria, pero también su derrota, por tanto, lo primero que hizo fue desaparecerlas de nuestra geografía isleña y proveer su arsenal personal. Pero si bien esto fue sólo un paso inicial en su carrera tenebrosa hacia la perennidad, las voces de ultratumba de su niñez sobrevinieron a su bipolaridad para llevarlo de la mano por esos caminos del mundo donde todo es posible. El alumno devino maestro, y nació la red del oportunismo. Muy bien hecho, desestimado Presidente, usted sí que ha sabido desunir el pensamiento. No le echemos las culpas al genoma ibero-africano, que ya de por sí nos ha traído el sinsabor de la anarquía y el egoísmo, no le echemos las culpas a la indolencia, que dicho sea de paso, algunos piensan que se debe a las condiciones climáticas del trópico, ni siquiera responsabilicemos a nuestra candidez de pueblo inmaduro, porque América Latina prácticamente estuvo en los pañales del nacimiento y la muerte desde los comienzos, tampoco inculpemos a todos los tarados que nos gobernaron, del Río Bravo a la Patagonia, porque allí estuvieron por algo y hay una cosa -hoy por hoy una mezcla de antigüedad con new age- a la que le dicen karma que quizás lo justifique. Pero existe la responsabilidad individual, y a veces me pregunto si esto tampoco lo hemos aprendido, a pesar que es la base del comportamiento social. ¿O quizás nos guste regodearnos con los escenarios bullangueros, la fascinación por el debate feroz que probablemente nos haga desahogar todas las frustraciones de estos cincuenta años sin racionalidad, pero sí con mucho terror, padecimientos de toda índole, marginación y exilio?


La Habana lo sabe, vaya si lo sabe, además de su hermoso Malecón, ahora plagado de turistas en busca de orgías, drogas y alcohol, mantiene detrás de su fachada uno de los grupos más perniciosos de nuestra historia: los científicos expertos en enfrentarnos (leyendo a Hitler el pequeño Castro descubriría muchas cosas). Estos individuos nos atacan por los cuatro costados, a todos los niveles, informático y publicitario, se arrastran por las arenas internacionales entre las sombras, crean organizaciones culturales donde aglutinan a los de allá y los de acá con el objetivo de debilitarnos, se infiltran hasta en nuestros armarios, nos manipulan y los aplaudimos, porque saben cómo construir retablos, aparentar lo que no son, confundir, provocar, dividirnos mientras se ríen a carcajadas en Empedrado y Monserrate o Villa Marista. Si hemos llegado al punto en que no podemos diferenciarlos, por qué no, démosle el gusto, halémonos las greñas, escupamos a fulano y a mengano en los Forums, derribemos las estatuas de nuestro patrimonio cultural, ensuciemos a los que nos representan, esos que a capa y espada han logrado que se nos reconozca como una entidad respetable, pisoteemos esos logros y limpiémonos con ellos el trasero. Con eso demostraremos que la algoritmia de Divide y vencerás nunca se equivoca, la Matemática es así, exacta y demoledora.

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© 2009 Carmen Karin Aldrey

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viernes, 9 de enero de 2009

LA PROFUNDIDAD INFINITA DEL ESPEJO DEL BAÑO

 

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LA PROFUNDIDAD INFINITA DEL ESPEJO DEL BAÑO

LA CARA OCULTA DEL CHE, Jacobo Machover

Colección Bronce, Editorial Planeta, S.A., octubre de 2008, págs. 148.

 

Hace ya bastantes meses, una tarde-noche en los salones de la Fundación Hispano-Cubana, en Madrid, asistí a un espectáculo de magia: se presentaba un libro que no existía. O sea, se presentaba un libro que todavía no había sido editado en español y que posiblemente en aquellos tiempos aún careciera de una operación editorial cerrada. Los encargados de tal acto eran el autor del libro, Jacobo Machover, y Julia Escobar, Directora de Programación de Casa de América y amiga personal del escritor.

Creo que en pocas ocasiones he podido participar de una atmósfera tan comunicativa y espontáneamente abierta y amena, tan participativa, como aquélla, máxime cuando del personaje alrededor del cual giraban todas las palabras es un asesino infinita y variadamente mitificado que ha tenido una negra y larga repercusión en nuestra alegría y nuestra condena por haber nacido en una tierra que, lugar y acto, José Lezama Lima consideró como “fiesta irrepetible”. Para nosotros, isleños devenidos en vastos peninsulares, hay ciertos matices diferentes entre pasar una tarde hablando sobre asesinos y crímenes cuando los personajes siniestros pueden variar desde Jack the Ripper hasta Ernesto “Ché” Guevara. Casi me atrevería a decir que no hacía falta el libro físico, en papel, que tiempo después por fin se atrevieron a editar en España. Todo es contradictorio y desconcertante en ese entramado de empatías y justificaciones y relativizaciones de una buena parte del pueblo español hacia una dictadura comunista cubana, supuestamente anti-norteamericana pero sí real y plenamente identificada con el General Francisco Franco y sus 40 años de fusilamientos y represión, que ya la cubana ha dejado sobradamente atrás. ¿Ofrecerá irónicamente La Historia una suerte de “emulación fraternal” entre asesinos mesiánicos erigidos en padres y salvadores de la patria?

El libro llegó por fin, tiempo después. Tengo entendido que en Francia tuvo mucha más repercusión que la que ha tenido en Madrid, donde ni siquiera se ha presentado. En los primeros momentos, Pilar Rahola fue una de las pocas personas que escribió algo. Luego se le han ido sumando algunos otros: Carlos Semprún-Maura, Raúl Rivero. Pero en general el recibimiento ha sido algo frío; quizás, fuera del mundillo de los interesados, muchos no sepan quién es Jacobo Machover. Esta actitud no es exclusiva del lado “izquierdo” de la calle, sino también del derecho. ¿Por qué? Puede que el autor vaya caminando por la calzada y eso siempre desconcierta a quienes dan por hecho que esa parte del asfalto es privativa de la mecánica andante, y si, en un tour de force sustituimos “mecánica” por “tono”, puede que achaquemos la frialdad al tono reposado y objetivamente subjetivo (o subjetivamente objetivo) con que el escritor ha vaciado el resultado de sus investigaciones y sus propias consideraciones sobre uno de los muertos político-ideológicos más apetitosos de los últimos sesenta años.

Comencé a leer el libro sombreando aquí y allá frases y párrafos que —después me di cuenta— iban conformando aspectos fundamentales que me dibujaban el personaje de marras.

1 “Para él, todos esos actos formaban parte de un mismo objetivo: un combate planetario contra la injusticia.” (Pág. 41, Jacobo Machover) (El subrayado es mío.)

2 “Hay que proceder por convicción.” (Pág. 44, instrucciones dadas por el Che)

3 “Me llevaron ante el paredón, cuenta Fausto Menocal...” (Pág. 45, testimonio de Fausto Menocal sobre su simulacro de fusilamiento ordenado por el Che.)

4 “Hemos fusilado, fusilamos y seguiremos fusilando mientras sea necesario. Nuestra lucha es una lucha a muerte. Nosotros sabemos cuál sería el resultado de una batalla perdida y también tienen que saber los gusanos cuál es el resultado de la batalla perdida hoy en Cuba.” (Pág. 46. Ernesto Che Guevara, Obra revolucionaria.)

5 “Otra de sus cartas, dirigidas a esa misma tía, estaba firmada con el seudónimo de <Stalin II>. (Pág. 49, Jacobo Machover) (El subrayado es mío) (...) “Quien no haya leído los catorce tomos de Stalin no puede considerarse del todo comunista.” (Pág. 49. Ernesto Che Guevara, carta publicada por su padre, Ernesto Guevara Lynch.)

6 (...) Los que tienen tu preparación ideológica piensan que la solución a nuestros males está en liberarnos del nocivo dominio <yanki> por medio del no menos nocivo dominio <soviético>.” (Pág. 51, René Ramos Latour en carta dirigida al Che.)

7 (...) Más correctamente, ésta es la historia de una descomposición.” (Pág. 100. Ernesto Che Guevara, Pasajes de la guerra revolucionaria: Congo.)

Luego ya dejé de sombrear, aunque resaltaría una última frase dicha por el Che y apuntada por el autor también como cita (o tal vez sub-título) de un capítulo del libro, y que corona y cierra como únicamente el propio personaje podría retratar, su personalidad, y, sobre todo, su reflexión ante el espejo del baño, él solo, sin escoltas ni admiradores, ni siquiera con referentes alrededor. Sólo él, Él, en la profundidad infinita de un cuarto de baño después de haberse rasurado: “Valgo más vivo que muerto.”

Craso error.

Craso, inmenso error. Apreciación que Fidel Castro no compartiría con él. Ahora bien, ¿en qué momento de esta (diabólica) historia la apreciación de ambos en torno a la importancia del papel y la presencia física de Ernesto Che Guevara comenzó a divergir? ¿En algún momento bastante antes de su muerte, cuando el ego del guerrillero continental e internacional sacó chispas de fricción contra el ego del otro “gran” personaje que no ha admitido nunca jamás algo que pueda restarle protagonismo? ¿Durante, y cuando ese proceso de confrontación-alejamiento había arrancado ya? ¿O cuando su muerte física da comienzo al mito? En estas tres preguntas, en estos tres tiempos, hay distintos grados de maquiavelismo. Maquiavelismos que, en cierta forma, se les van de las manos al Gran Timonel cubano porque La Muerte ha congelado la admiración al Che en una imagen transida de la adoración de un ente que excede toda realidad y anula cualquier atisbo de reflexión sobre él, mientras que La Vida ha continuado desgastando la presencia y la esencia de quien en un momento determinado utilizó la proyección del personaje para promocionar la suya propia y la de su invención: La Revolución Cubana. Patético resultado del crimen político perfecto; triste conclusión, si la trama no estuviera tan manchada de sangre manida y de sangre sentida y agolpada en millones de personas durante cincuenta largos años. El mar devuelve el cadáver (“... Más correctamente, ésta es la historia de una descomposición.”)

Ahora me doy cuenta que lo antes señalado por mí en el libro de Machover (más arriba designado con números) forma también parte de la descomposición del mito, o del hombre. No, las constelaciones no se alinean en un momento glorioso para alumbrarlo y dejárnoslo, al mundo y a los cubanos en particular (en esta historia poco importan los argentinos como destinatarios), como la encarnación de un nuevo mesías (“Para él, todos esos actos formaban parte de un mismo objetivo: un combate planetario contra la injusticia.”) que nos salvaría de los fariseos (“Los que tienen tu preparación ideológica piensan que la solución a nuestros males está en liberarnos del nocivo dominio <yanki> por medio del no menos nocivo dominio <soviético>.) a través del dogma (“Hay que proceder por convicción.”) y de la cultura del odio y la muerte (“Hemos fusilado, fusilamos y seguiremos fusilando mientras sea necesario. Nuestra lucha es una lucha a muerte. Nosotros sabemos cuál sería el resultado de una batalla perdida y también tienen que saber los gusanos cuál es el resultado de la batalla perdida hoy en Cuba.”) hasta sellar con una frase tan equivocada como vana toda una trayectoria vital que iba mucho más allá de su persona y de su mente patológica :“Valgo más vivo que muerto.”

“Valgo más vivo que muerto” es la viceversa que le devuelve el espejo del baño en su profundidad infinita. “Valgo más vivo que muerto” es lo que él quiso oír y nunca escuchó de Fidel Castro, sino la trama opuesta de esta otra mente mucho más perversa y taimada que la suya. “Valgo más vivo que muerto” es la gran confusión planetaria que ha terminado siendo.

Sin embargo, hay un aspecto en el Che que yo resaltaría; y es cierta ingenuidad suya en el acto de la fidelidad al personaje admirado que tomó como referente de una serie de (supuestos) valores que sólo existieron en la mente del fanático, del groupie. El Che ha sido para con Fidel mucho más sincero, más entregado, más humano (tal vez uno de los pocos rasgos humanamente positivos que ha tenido), de lo que Fidel nunca jamás fue con él. Lo dicho no justifica absolutamente nada de la historia promocionada y de la historia obviada, tal vez sólo es parte de una vieja obsesión mía por situarme del lado de las sombras que no se distinguen bien a la luz del día y de distanciarme de cualquier extremo que lleve a la confusión del paisaje.

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“Valgo más vivo que muerto” es, en definitiva, la paradoja de la vida que Jacobo Machover nos muestra en su Cara Oculta, descubriéndonos lo que sus creyentes fanáticos, renovados en una fe mucho más ciega que la original por ser esta actual más superficial, frívola, desesperada y manipulable ya que se asienta sobre la invención —o la re-invención— de un motivo para creer, prefieren a toda costa no saber porque, entre otras cosas, la vida es cada vez más epidérmica y sólo necesitamos del tiempo para colgarnos del último slogan de moda.

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(Madrid, 8 de enero de 2009.)

© 2009 David Lago González.

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