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Alta participación en el inicio de las elecciones presidenciales de Irán
hace 5 horas 10 mins
Por Pierre Celerier
Los iraníes empezaron a votar masivamente en las elecciones presidenciales de este viernes, cuyos candidatos favoritos son el ultraconservador Mahmud Ahmadineyad, que aspira a la reelección, y el ex primer ministro Mir Hosein Musavi, un conservador moderado. Seguir leyendo el artículo.
"Hay muchos electores desde el incicio de la votación, los informes procedente de las provincias nos muestran lo mismo", dijo a la AFP Kamran Daneshju, jefe de la comisión electoral del Ministerio del Interior. Los colegios electorales abrieron a las 8 de la mañana locales y su cierre, previsto a las 18h, podría aplazarse hasta la medianoche si hay mucha afluencia.
La tasa de participación de los 46 millones de electores invitados a votar es considerado un factor clave para permitir que haya una segunda vuelta, o incluso que Musavi, un conservador moderado, gane en la primera vuelta y se convierta en la segunda persona más poderosa del país después del guía supremo, el ayatolá Alí Jamenei.
En la segunda vuelta de la elección presidencial de 2005, cuando Ahmadinejad, casi un desconocido en aquel momento, venció al ex presidente Akbar Hachemi Rafsandjani para sorpresa de todos, la participación alcanzó el 60%. Otros dos candidatos, el reformador Mehdi Karubi y el conservador Mohsen Rezai, también están en liza.
Ahmadinejad, de 52 años, cuenta con el voto de las clases más pobres para obtener un nuevo mandato de cuatro años, mientras que Musavi, de 67 años, apoyado por los reformadores, espera beneficiarse de un rechazo de la política del presidente saliente.
Los resultados oficiales serán publicados en las 24 horas posteriores al cierre de la votación, según Daneshju. Si nadie obtiene el 50% más un voto, una segunda vuelta será organizada el 19 de junio. Un periodista de la AFP constató la presencia de largas filas de espera ante al menos cinco colegios electorales del centro de Teherán.
El guía supremo iraní, el ayatolá Alí Jamenei, votó justo después del inicio de los comicios. Dijo que deseaba que "la población se quedara tranquila e impidiera que hubiera tensiones en los colegios electorales".
La campaña electoral de tres semanas, que terminó el jueves, fue marcada por un clima acerbo entre los candidatos, pero también por una atmósfera de fiestas callejeras, a un nivel inédito en la República Islámica.
El presidente Ahmadineyad acudió a votar temprano en un barrio del sureste de la capital. El presidente, que se presenta como "un servidor del pueblo", pasó 40 minutos en una fila de espera antes de colocar su papeleta en la urna, según la agencia oficial Irna.
Luego, afirmó que "la decisión clara, firme y revolucionaria del pueblo le ofrecerá un futuro brillante y progresista". Musavi, que también votó en Teherán, interpretó como "un buen augurio" la fuerte participación.
Pero instó "a los responsables a vigilar las urnas electorales" y señaló que recibió informaciones de que algunos de sus "representantes no fueron autorizados a actuar como observadores" en algunos colegios electorales. La campaña reflejó las divisiones profundas sobre el futuro de Irán después de los cuatro años en el poder de Ahmadineyad.
Sus adversarios criticaron su retórica violenta durante la crisis nuclear y contra Israel, que contribuyó a aislar el país. El presidente saliente retomó la bandera de la justicia social y de la defensa de los más pobres, que ya había usado en 2005.
Endureció su discurso con ataques personales contra Musavi, al que acusa de ser apoyado por los "aprovechadores" del régimen. Musavi, por su lado, que regresó con fuerza a la política iraní tras 20 años de ausencia, denunció las "mentiras" del presidente sobre su balance económico y su política populista.
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NOTA DEL BLOGGER: Siempre he pensado que la mediocridad es quien se ocupa en catalogar actitudes, gestos, frases y palabras sacadas de contexto y convierte la profesión bibliotecaria en algo siniestro que puede llegar a la estigmatización. Así, por ejemplo, en mi caso personal, he sido tildado como “hijo de terrateniente” (falso, porque mi padre nunca jamás llegó a tal categoría); “niño bitongo” (sinónimo que hoy se podría sustituir como “hijo de papá” para referirse a los vástagos de personajes mayores y menores implicados en el uso y abuso del poder revolucionario cubano); “antisocial” (por tímido e introspectivo, y porque acostumbraba leer en los recesos del Instituto Pre-Universitario, lo que me valió la retirada de la beca de filología inglesa por parte de la Universidad de La Habana); “hippy”; “uno de los <peluses>”; “sospechoso” (por hacer buen uso del español y no comunicarme utilizando el habla popular, ni el argot de los cheos y guaposos de mi etapa cubana); “políticamente apático” (por no demostrar dinamismo ni hacer exaltación del entusiasmo, porque, simplemente, esas cualidades no van con mi carácter); “contrario al normal desarrollo de las actividades” (etiqueta que me siento ahora mismo totalmente incapaz de comentar, pero de la cual confieso que me siento profundamente orgulloso ya que considero que en ella no intervino verdaderamente la elementalidad del ser humano poderoso sino el poder de alguna ingeniosa mente al servicio de La Mezquindad); “gusano” (que es un honor porque los gusanos siempre se han definido por no engañar a nadie y ser mucho más confiables e inconscientemente valientes que los que se adjudican batallas y heroísmos puntuales: un oportunista se disfraza de muchas cosas pero nunca de “gusano”); molesto, incómodo, de esos que no saben qué hacer con él en los patéticos cócteles, si saludarle o ignorarle, ya se definan ellos como derecha o como nueva izquierda, o como tolerantes, como personas decentes o como clase obrera, que todos son decentes pues para insultar confunden la “decencia” con la “apariencia” o el “comportamiento” o la “actitud”; “hijo de puta”, como me dijo Juan Abreu una vez; el “más radical que todos”, como me bautizó Ernesto Hernández Busto; “lleno de odio”, como solía quejarse la delicada señora de un conocido editor cada vez que se publicaba algún texto mío. Las etiquetas, en fin, pican y se extienden, pero no aburriré al personal con lo que a veces me molesta y otras me distrae, e incluso hasta me provoca y me aboca, y me vuelve propenso —mal utilizando a Lezama— a siempre rizar el rizo de la inconveniencia como si fuera un “enfant terrible” ya viejo y patético pero por dentro siempre joven, hermoso y anárquico.
Y regresando a Teherán, he aquí que aquí están estos dos hombres enfrentándose en las urnas. A pesar de todas las limitaciones que existen en Irán, es el único país árabe (tengo entendido) en que existen teocracia y democracia a la par. Como todos sabemos, el mundo tiembla cada vez que Mahmud Ahmadineyad abre la boca, y por lo general en público no lo hace para bostezar sino para hablar. Y habla. Muchas veces, sin tapujos, en contra de Occidente, de Israel, de los Estados Unidos, y presuntamente detrás de su defendido derecho a la energía nuclear se esconde un fin bélico. Los grupos globales pro-igualdad de derechos —de forma relevante, los españoles— apoyan sus reivindicaciones frente al poder europeo y estadounidense, y casualmente también defiende, en contra de todo pragmatismo, la intención del gobierno de Rodríguez Zapatero en contra de las centrales nucleares y el cierre inminente de la de Garona oponiéndose a los dictámenes favorables del Centro de Seguridad Nuclear y del entramado laboral-social que convertiría en fantasma (sin necesidad de Chernobil) al pueblo y la comarca en la que está enclavada la central nuclear. ¿No hay en todo esto un aberrante parecido que se torna contradicción? ¿O yo estoy loco, o como en el párrafo anterior, sólo me gusta llevar la contraria, soy “más radical que todos” y estoy “lleno de odio”?
Pero encuentro más parecidos. En la cabecera de la noticia sobre Irán, AFP cataloga a Ahmadineyad como “ultraconservador”. Recientemente, en los debates televisados entre los dos candidatos (PP y PSOE) para las elecciones europeas (que nadie se enteró de qué iban), el candidato socialista llamó “ultraconservador” a Mayor Oreja, que representaba al PP. Mayor Oreja, evidentemente, es una persona conservadora y no lo oculta. Se le acusa de igualar el aborto a la pedofilia, aunque yo no lo oí afirmar exactamente tal cosa. A veces las declaraciones, las frases, las mismas noticias, se suceden a una velocidad de vértigo y como un día no comas o cenes frente al televisor se pasa todo el horror de los acontecimientos y puedes llegar a equivocarte con respecto al rumbo que lleva el mundo y creer que va a mejor. Es así. Volviendo a ese debate, el socialista canario era bastante poco convincente, yo diría que bastante mal actor pues claramente se le notaban las modulaciones entre el ataque crudo y el irónico. Pero ¿tenía razón al acusar (y está claro que llamar “ultraconservador” a alguien es un insulto, mientras llamarle “ultrarrevolucionario” es sólo un exceso) al candidato popular con un sinónimo de “retrógrado”? ¿Son iguales Mayor Oreja y Mahmud Ahmedinayad?
Prosigamos. Mahmud Ahdmedinayad lleva tiempo aliándose con buena parte de los gobiernos latinoamericanos, salvo en el caso de Cuba, llegados al poder a través de las urnas, lo cual no obligatoriamente demuestra que son demócratas sino que se puede escalar el totalitarismo mediante los votos y la apariencia del respeto (y Europa es un buen y lamentable ejemplo de lo que eso significó). De acuerdo a esto y por carácter transitivo, ¿debemos considerar a los gobiernos de Cuba, Venezuela, Bolivia, Ecuador, Nicaragua y no sé cuál más, como “ultraconservadores”? ¿Los ultraconservadores no son el fascismo, el nazismo, el liberalismo (por supuesto no el comunismo, que sigue teniendo su razón y su voluntad de justicia, y que tanto el stalinismo como el maoísmo como Pol Pot como la Europa del Este y algunos otros son una excepción) (no nombro a Cuba porque, como todos sabemos, es La Tierra Prometida, “el Paraíso Recobrado” del que hablaban los testigos de Jehová en su publicación Atalaya)? O debido al contagio, ¿debemos considerar a Mahmud Ahmedinayad —sí, me gusta repetir el nombre— como revolucionario, justo, progresista? En el único aspecto en que se unen es en el del anti-norteamericanismo, al que se suma la legión de noventaiochentistas españoles.
De aquí que me pregunte. En este caso, ¿peca la AFP de mediocre al considerar al todavía presidente iraní un “ultraconservador”? ¿Netanyahu es también un ultraconservador? ¿Lo es Mayor Oreja? ¿Lo soy yo? Los que en América Latina aplauden a Ahmedinayad, ¿son conservadores ultras o heroicos revolucionarios antiimperialistas? Obama ¿pronto pasará a ser un apestoso ultraconservador que no acaba de cerrar la cárcel en la base naval de Guantánamo en Cuba? ¿Fidel se convertirá en antisocial? ¿Será Zapatero un niño bitongo y, cuando llegue a mayor, será gusano?
Y lo más importante de todo, ¿llegaré yo a reinar en el Palacio de Buckingham?
© 2009 David Lago González