jueves, 18 de septiembre de 2008

MOLESKINE (3)

 

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Después de un encontronazo fortuito e inoportuno con la mediocridad, a la que, por más encerrado que uno esté en su casa, siempre se está expuesto, bajé de prisa porque me iban a cerrar el kiosco de prensa y me iba a quedar sin mi cupón para la impresora-fotocopiadora-scanner y sin el CD del curso de Microsoft, y hasta sin el país y sin el mundo. O sea, casi un desastre interplanetario, una estrella de otra galaxia que estalla en el infinito y aquí sólo se aprecia una ridícula fosforescencia romántica que rasga el manto de la noche. Cuán pequeños somos, cuán poca cosa, y hay que ver lo que nos creemos.

Al regresar se levantó una agradable brisa que movía tenuemente los badajos de las campanas más pequeñas de San Cipriano, y era tan suave el sonido que parecía que la brisa fueran los brazos de un ángel. Era una melodía dulce que, al ir llegando a mi balcón, se entretejía con los distintos tonos de los sonajeros de cerámica y metales, creando una “pequeña serenata diurna” que me reconcilió nuevamente con el fulgor inigualable de la existencia.

© David Lago González, 2008.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

No sabes cómo te entiendo, merece la pena que lo escribas de este modo. Zoé.

Anónimo dijo...

Ay David cómo te comprendo.
Besos
Kuka

TIROFIJO dijo...

http://tirofijomalanga.blogspot.com/2008/09/el-gobierno-norteamericano-representado.html