(Respuesta a David Gistau por su texto “Juanes en La Habana”, diario El Mundo)
Puede que yo no sepa buscarlo pero no encontré esta sección (“A la sombra”, El Mundo, martes, 18 de agosto de 2009) en la versión digital de El Mundo (www.elmundo.es) donde el periodista (“educado a la francesa,” según reza su perfil) u “opinador” (profesión que también leí en su perfil y que entrecomillo yo, que iba siendo educado a la manera “española-creole costumbrista cubana” hasta que en fecha temprana y traumatizante llegó el comandante y mandó a parar... Qué se le va hacer: unos son jacobinos intelectuales y a otros nos toca ser descamisados antisociales.) Bueno, el caso es que David Gistau opina, porque en España todo el mundo no sólo tiene derecho a opinar sino que sin ningún conocimiento de causa —como sucede en muchos momentos—, opina, y opina en mayúsculas, y uno, que es quien ha tenido la experiencia (real, vital, práctica, no teórica, ni fantasmal), tiene que quedar al borde del infarto o el derrame cerebral o uno masivo de miocardio, porque a cualquiera se le ocurre negarte (ne-gar-te) lo que tú has vivido (vi-vi-do) y luego hay que oírlos hablando sobre respeto, tolerancia y libertad de expresión.
Gistau juega a hacer cierto paralelismo entre el concierto “oficial,” “stablished,” de Juanes en La Habana con el que dieran los Beatles en la España franquista de los años 60. No me he dedicado a investigar quién contrató al cuarteto de Liverpool, pero nunca he oído decir que fuera Manuel Fraga Iribarne o algún otro representante del estado español de aquel momento, terrible y deleznablemente fascista, tan terrible y deleznablemente fascista como sigue siendo el momento del estado cubano, revolucionario, bolivariano, pro-etarra, comunista y post-comunista, que controla todo lo que se mueve y todo lo que no se mueve, no sólo dentro de aquella Perla de nuestros ancestros colonialistas de 1898, sino también incluso muchas otras cosas que se mueven y no se mueven fuera de sus aguas jurisdiccionales. O sea, opino (luego existo) y quiero decir que en Cuba nadie va a cantar sin que, política y estatalmente, no sea previamente autorizado; no existe ningún productor independiente (habrá periodistas y “artistas” con no se cuánta independencia que, perdón, siempre pongo en duda, pero la moda no ha llegado a los productores de espectáculos, que no-e-xis-ten); todos los recursos son estatales, desde el primer clavo necesario para montar el escenario (clavos, que haciendo toda la demagogia o como quieran tomarlo los sabios opinantes, correspondería con mucha más justicia a las miles de casas que se perdieron o están a punto de venirse abajo por, primero, la desidia y el odio de ese señor grande hacia los siervos de su gleba, y mucho después por las inclemencias naturales) hasta la comida y la bebida que se venderá o se “suministrará” (los comunistas son muy dados a suministrar los bienes del pueblo a cualquier otro que no sea el pueblo) en el maratón de conciertos.
Gistau dice que el exilio de Miami le ha hecho (a Juanes) un acto de fe. He leído sobre eso: algo que se llama Vigilia Mambisa creo que ha comprado discos y merchandising de Juanes y los ha quemado públicamente, a la manera nazi, a la manera comunista también, a la manera fascista. Seguramente es un acto reprobable. Y casi con toda seguridad si yo entablara un principio de conversación con alguien que represente a Vigilia Mambisa no llegaríamos ni a media palabra, como tampoco llegaría con los “dialogueros oficiosos” que han sido enviados (o aquellos otros “espontáneos” cuyos actos de cordialidad se tendrán en cuenta), a distintos eventos “filialmente culturales.” En ambos casos habría que entender dos cosas diferentes: la espontaneidad de la herida y la bajeza de la conveniencia.
David Gistau opina. Le ha sido concedido ese don, o nació con él. Después de 30 años fuera de Cuba, yo sigo esperando que el gobierno cubano me lo restituya de forma oficial, de manera humana. Es ese estado quien tendría que cambiar, no yo. ¿Por qué, en el caso de Cuba, siempre se nos pide a los que no formamos parte del estado, que cambiemos? ¿Los sabios opinantes están locos? ¿Han perdido sus papeles? ¿David Gistau sabe acaso realmente lo que opina y sobre qué opina?
Hablar y hablar sobre cualquier tema que roce Cuba Política sería un acto infinito, y mortalmente aburrido. Para terminar su columna, David Gistau opina que sería bueno que Juanes invitara a cantar a Gorki Águila. ¡Ja! En primer lugar, he leído en alguna parte que Gorki Águila se quedó en México, con asilo o sin asilo, pasando por blanco o pasando por negro, da igual, y no sé si es verdad (¿qué es La Verdad?). En segundo lugar, desde que Juanes pacta el concierto en Cuba, en la Plaza de la Revolución, sitio emblemático y horripilante (sí, Gistau, "horripilante de la muerte") que representa a la Revolución y no al pueblo, deja de ser verdaderamente libre para tomar decisiones y sólo parecerá ser aparentemente, figuradamente libre, porque ya no es más que una minúscula e insignificante pieza de un monstruoso engranaje político, ideológico y anti-humano.
Y dejando esa “sugerencia” conciliadora, tolerante (la palabrita, la puta palabrita), tierna, decidida y conmovedoramente tierna, queda abierto un halo de esperanza en su columna, no hacia la posibilidad, sino hacia la casi certeza de que el paso de Juanes y la Santa Compaña por aquella perla que aún lloran nuestros ancestros más irracionales (tal como lloraba aquél con lágrimas de mujer lo que como hombre había dejado perder) (tal como el exilio o "mafia" de Miami que quema discos de Juanes) nos hará cambiar, a los millones de cubanos, salva sea La Parte Oficial que solamente necesita ser comprendida, la pobre, porque todo el mundo la ha tomado con ella.
© 2009 David Lago González