jueves, 9 de julio de 2009

El arte de usar sombrero

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Mi padre era un aldeano gallego que se hizo a sí mismo, desde la lejana Freituxe de vacas, heno y berzas hasta ser comerciante en "maderas preciosas y del país", pasando por unos inicios insulares como carbonero (vegetal) en los montes de Santa Lucía y terminando su vida activa como creador de trabajo y riqueza para los suyos y para otros en unas ciento y tantas hectáreas al sur de Camagüey.  Sabía leer y escribir, pero sus cartas (comerciales) estaban plagadas de faltas de ortografía, que supongo habrán sido la burla de muchos empleaduchos de la banca.  Usaba un borsalino.

No era gangster ni visitaba el Tropicana ni el Sans Souci.  Pero usaba un borsalino, que incluso le sobrevivió.  Nunca usó gorra, o cap, que por entonces se consideraba un aditamento de mal gusto, muy propio de americanos vulgares.

Ese sombrero era como su corona.  Pero, religiosamente, cuando se sentaba a cualquier mesa, o nada más estar a cubierto, o al cruzarse con una dama en la calle, descubrirse era para él un signo elemental de educación.

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Cada vez que en estos días he visto a ese personaje esperpéntico de Manuel Zedaya andando de foto en foto y saltando de televisión en televisión, con esa especie de sombrero Stetson de alto copete, como si tuviera una plataforma invertida en la cabeza, no puedo evitar recordar la elegancia de mi padre y su arte para usar el sombrero.

(C) 2009 David Lago González

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1 comentario:

Zoé Valdés dijo...

Es que para usar sombrero, hay que tener cabeza. Es lo que le falta al Zela Vaya. Bello recuerdo de tu padre.