miércoles, 20 de agosto de 2008

Beijing y el machismo cubano

 

Yo me maravillo, MOgRUFF!attitude410b me asombro, me descompongo, y hasta me desordeno, amor, me desordeno como Clarilda al constatar la atención que pone la empleomanía en los logros alcanzados por Cuba, primer territorio libre de América (decía el slogan y esos viejos comunistas que menciona Tania Quintero y que posiblemente ni eran tan viejos ni tan comunistas ni tan diferentes al resto de la marea oportunista que precisamente como tal sube y baja, primero por la noche y luego por el día, y después la ambición rompió el saco y lo mismo bajaba que subía a toda hora pero, sobre todo, subía, y subía, y subía, gracias a lo cual muchos hijos-de llegaron con las corrientes a otras costas más lejanas). Y aquí estamos todos juntos, juntos y bien revueltos, y no, no pasa nada que para eso somos broders, y síguele metiendo que vamos ganando, que 6 x 6 es 36 y en Santiago es el 26 (decíamos en Camagüey al año siguiente de haber tenido la infausta experiencia de celebrar esa fiesta donde los viejos y los nuevos comunistas y los que aparentaban serlo y los que vivían a la sombra, celebraban todos juntos y revueltos tal zafarrancho).

Los blogs del ex-helio se llenan de cuentas y listas, de medalleros que van desde la hojalata y el plástico hasta el oro. Pero, en un país comunista y, por tanto, totalitario, dictatorial, en el que el éxito personal es un pecado que se paga con el rito al colectivismo más férreo, ¿gana el gobierno o gana el deportista? En un país normal —y todo el mundo aspira a la normalidad, incluso los homosexuales, y sobre todo después de las reivindicaciones sociales— el triunfo pertenece al atleta, que representa un deporte, y que representa a un país determinado. Eso me parece lógico, plausible, aceptable. Mas asumir esto aplicándolo a lo primero pertenece al más alto grado de abstracción, por una parte, y por otra al enfermizo machismo cubano.

Por supuesto, un blog —aquí y en la China (suponiendo que tuvieran tanta libertad como Yoanni Sánchez para constituir “la generación Yao Ming”)— no es obligatoriamente un espacio dedicado a la literatura, a la filosofía, al ballet o a la cocina cubana, que prácticamente no existe (¡chowinistas, devórenme!). Pero saltar de la delicadeza y las finas manos de Menia Martínez (que en definitiva es una mujer del régimen y han estrechado en más de una ocasión Sus Manos, esas Otras manos...) al negro de la pértiga, me parece un salto mortal. Resumiendo: algo descabellado.

Algo descabellado que me lleva a concluir que, al fin y al cabo, el Che, eterno y flamígero, logró su propósito de “El Hombre Nuevo” (o “The New Man”) forjando una más que generación (porque Tania Quintero es como más vieja que yo y ambos somos mucho más viejos que Isis Wirth y que César Reynel y supongo que Güicho y Cuco y no sé quién más), repito, una más que generación perfecta al lograr hombres y mujeres

que lo mismo vibran con un tutú rosa diamantino

que con una profunda reflexión de Ichikawa

que con una meditación patriótica de Martí

que con un intrincado verso de Lezama

que con el viaje a la Toscana de Navarrete

que con el clavado en su base de un pelotero

que con el disco lanzado por una corpulenta amazona del poblado de Hatuey

que con la posibilidad de que las Damas de Blanco abandonen el blanco por el fucsia

y me asombro y me congratulo de ser, una vez más, un bicho raro, y de no formar parte del resto, sino seguir yo también fiel, siempre fiel a aquellas palabras con las que personas de hierro y plata como el Che, me bautizaron:

“contrario al normal desarrollo de las actividades”.

 

© 2008, David Lago González

(Madrid, 20 de agosto de 2008)

 

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