sábado, 30 de agosto de 2008

MOLESKINE (1)

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En realidad, lo que estoy haciendo entre estos cuatro blogs que “administro” (“adminístreme usted lo que el pobrecito dejó...”) —o sea, los tres ya conocidos y el último que recién he iniciado— es una suerte de diario, de apuntes, de notas sobre cosas vividas o pensadas que ya no quisiera seguir olvidando. Algo así como una moleskine en línea y en directo. Un pobre remake de aquella terrible y total película de Bertrand Tavernier, “Deathwatch”, con los soberbios y hermosísimos Romy Schneider y Harvey Keitel luchando cada uno por sobrevivir al otro con más coraje y belleza. Un gran cajón de sastre que voy rellenando con cosas a veces un tanto inverosímiles. Cosas simples también, o al mismo tiempo simples, sin importancia. Todo está junto, pero no revuelto, de ahí que existan estos compartimentos llamados “blogs” con los que intento mantener cierto orden. De ahí también que no aluda mucho a lo que se vaya produciendo como últimas noticias en el caso de Cuba. En ese sentido, hay cosas que me tocan y otras no, y estoy demasiado acostumbrado a que lo que se diga hoy o pase hoy, sea tal vez lo contrario de lo que se diga y pase mañana. Y luego termina uno haciendo el papelazo. Yo padezco de un sentido del ridículo enfermizo, que muchas veces, incluso, me ha limitado para el sexo, y la inmediatez para mí ofrece demasiadas aristas cortantes donde uno puede dejarse, no solamente la piel, sino también el cuello: no vale la pena arriesgar tanto. ¿Acaso ese país, y esas gentes, arriesgaron algo por mí? Naturalmente muchos pensarán que a ellos no les va nada de lo que escribo, y yo les digo que llevan razón. Incluso ese extraño señor que me dejó un mensaje hablando sobre mi desparpajo y preguntándome (o preguntándose) si la productora de Pedro Almodóvar no me había contratado ya; qué señor tan extraño: parecía tan convencional y conservador (las dos cosas) y al mismo tiempo estaba tan bien puesto con el nombre de las cosas... no entendí bien si se burlaba de mí o llegaba al insulto. Eso da igual: no es ni el primero ni el último; no practico el sado pero, en sentido figurado, estoy acostumbrado a que me escupan. Hay muchas formas de escupir. Con la boca (la manera literal), con los ojos (propio de la urbanidad burguesa), con los hombros de frente (rechazo), con los hombros de espalda (desprecio total y vituperante). La forma literal la recuerdo sólo asociada a la infancia, en alguna batalla a salivazos. Por suerte no he tenido una experiencia adulta. Tal imagen me es determinante: sólo pude soportar unos cinco minutos viendo a mi icono sexual Manu Maltés haciendo lo mismo que yo hacía de niño, con su amante en la vida real y en la pantalla porno, Edu Boxer, y le tomé un asco que lo sepulté para siempre en el fango del olvido. Pero, en realidad, el que más me descompone es el propio de la urbanidad burguesa. Creo que uno de los grandes aciertos de la Revolución Cubana fue abolir la enseñanza de la urbanidad burguesa (pobre Dr. Cortina, que nos enseñaba “Moral y Cívica” en los Maristas: se habría quedado sin trabajo). Esa guía de conducta nos ha hecho más animales pero también más naturales y sinceros. En este caso, la falta de sinceridad se expresa de otra forma, hay como algo más afilado, una sombra que se proyecta desde la mandíbula hacia delante. Cuando veas eso, no te fíes: esa persona no es trigo limpio.

© David Lago González, 2008

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viernes, 29 de agosto de 2008

Waiting for Gorki

 

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Esta espera, vivida tan de lejos, por el desenlace de la turbulencia de estos últimos días en torno al cantante del grupo de punk-rock cubano Porno Para Ricardo, detenido y “a la sombra de” su inminente enjuiciamiento por “pericolosi oggetto di potenzialità”, me ha hecho recordar otras esperas por las que ha transitado nuestra vida.

Por una parte, pienso en el absurdo que estoy cometiendo al preocuparme y seguir con mucha y aberrante frecuencia el goteo de noticias que llegan desde La Habana por alguien cuya música y formas no comparto. Apenas los he oído unos segundos pues me parecen de un mal gusto alucinante y poco me importa que griten contra Fidel o contra Aznar. Nunca llegué al punk, mi auto-destrucción ha ido por otros cauces distintos a la de Syd Vicius y ni siquiera llegué a sentir total simpatía por Alice Kooper o por Kiss en aquellos primerísimos pasos de tal desconcierto. Pero llevo dos días viajando por el éter básicamente entre dos paradas en el espacio: Penúltimos Días y el Blog de Zoé Valdés.

Por otra parte, tampoco estoy de acuerdo con todo lo que se dice. Y a pesar de Gorki Águila y de cualquier otra cosa que venga, sigo detestando la palabra “héroe”, tal vez por el daño en mis neuronas ocasionado por la repetición sistemática de “héroe de la patria”, “héroe de la zafra”, “héroe del trabajo”, letanía que me hace trasvestirme en Tina Turner y cantar “I don’t want no heroes...” para auto-defenderme de peores consecuencias.

Inevitable, pues, que asocie este “esperar a ver qué pasa” —¿qué va a pasar?— con la remembranza de otras ocasiones en que también la vida se ha detenido un poco, por culpa de la arbitrariedad de políticos que no son más que obviedades necesarias de un sistema, y ha habido de aguardar a ver si continúa la vida o a ver en qué forma se manifiesta la continuación de la existencia, con qué cambios, con cuánto más de nosotros, dejándonos cuánto menos de nosotros de intentar seguir siendo personas.

¿Cuándo fue la primera vez?

¿Cuando mis padres me dieron la opción de decidir si me convertía en un Peter Pan o esperábamos —“esperábamos”— tiempos mejores para salir todos juntos?

¿Cuando me expulsaron del primer curso de la secundaria por haber revuelto el aula y siendo menor de edad querían mandarme a la UMAP?

¿Cuando el juicio de Benny y Larita y René Cifuentes y Carlos Alonso y todos ellos, que veíamos desde el balcón trasero de la Casa Teatro y años más tarde Carlos Victoria “nos” contó en La Travesía?

¿Cuando denuncié a un supuesto colaborador de la CIA que en la beca de Siboney me propuso trabajar para la causa y yo fui un atardecer al chalet mansión de una mujer llamada Viola que dirigía aquella escuela?

¿Cuando me retiraron la beca de filología inglesa por haber sido “peligroso” antisocial que leía sentado en las columnas del instituto de bachillerato de Camagüey?

¿Cuando llamó a mi casa una voz de loca desenfrenada para decirme que Carlos Victoria estaba en los calabozos de la policía en La Caridad?

¿Cuando Emilia y yo esperábamos a que nos dejaran ver a Carlos, y Carlos salió con la ropa rota y golpes en la cara?

¿Cuando detuvieron por primera vez a Nikitín, y el padre de la hermosísima María Antonieta Castelló, por quien todos suspirábamos, le defendió?

¿Cuando lo detuvieron otra vez y lo metieron en Kilo 7, y fuimos Olga Lastre y yo en una de esas cosas que se llamaban “máquina de alquiler” hasta la misma puerta, y yo me quedé del lado de la libertad (sí, libertad al fin y al cabo) sin olvidar la expresión de pánico de aquella maravillosa madre? Una tapia enorme de hormigón, como la escalera al cielo de Led Zeppelin que nunca conduce al cielo.

¿Cuando esperaba para ser expulsado de la Universidad de Camagüey?

¿Cuando a Carlos lo detuvieron por segunda vez por haber olvidado denunciar a unos chicos que le pidieron que se uniera a ellos para escapar del país?

¿Cuando, gracias a la benevolencia revolucionaria, la falta se cambió por el seguimiento quincenal que le hacían en su centro de trabajo, presidido por un compañero de apellido Figueredo que ocupaba la mansión de los Rodríguez, a cien metros de mi casa, lo cual lo convertía en mi vecino?

¿Cuando a CarlA Lanza y Queta Pando las detuvieron y las condenaron a un mes y un día, acusadas de patear latones de basura a lo largo de la calle Medio?

¿Cuando a Queta Pando y a mí nos sacaron de MI casa, donde además estaban mis padres, por habernos visto entrar dos hombres juntos por la madrugada?

¿Cuando en las gradas abandonadas del antiguo Club Atlético, encendieron todos los focos hacia nosotros y nos rodearon 50 hombres armados con pistolas y metralletas para preguntarnos que hacíamos allí?*

¿Cuando nos llevaron a ser expedientados e interrogados en Villa María Luisa por los Truca Pérez papers?

¿Cuando años después tuve que acostarme con el mismo agente de Lacra Social que me había interrogado en el instituto y yo esperaba que de un momento a otro me detuviera?

¿Cuando visitaba la Oficina de la Escoria?

¿Cuando esperábamos los actos de repudio?

¿Cuando una compañera de la Reforma Urbana, al yo negarme a pagar el resto de la casa propiedad de mis padres, me dijo “pues por mis cojones te voy a joder la salida”?

¿Cuando tuve que ir a ver a un personaje extrañísimo y misterioso que me salvó de tal anormalidad?

¿Cuando viajábamos a alguna parte, cuando íbamos, cuando veníamos, cuando nos quedábamos sentados en un parque mirando las estrellas y un policía nos pedía “identificación” y nos decía “espere aquí”.

Espere aquí.

Espere aquí.

Y si ya no esta aquí, siga esperando allá.

Espere por otros, que es igual que esperar por si mismo.

Que todo es lo mismo.

Que al fin y al cabo, espere, y desespere.

¿Acaso no tiene que esperar por la muerte?

 

(Madrid, 29 de agosto de 2008)

© David Lago González, 2008.

 

*botellón

viernes, 22 de agosto de 2008

miércoles, 20 de agosto de 2008

Quotes to remember : CUCA WEST

 

 

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La más terrible pregunta que alguien puede hacerse, viviendo en un país comunista, es:  ¿QUÉ HACER EN LOS PRÓXIMOS DIEZ MINUTOS?

Cuca West  (Havana, 1950 - New York, 2008)

Beijing y el machismo cubano

 

Yo me maravillo, MOgRUFF!attitude410b me asombro, me descompongo, y hasta me desordeno, amor, me desordeno como Clarilda al constatar la atención que pone la empleomanía en los logros alcanzados por Cuba, primer territorio libre de América (decía el slogan y esos viejos comunistas que menciona Tania Quintero y que posiblemente ni eran tan viejos ni tan comunistas ni tan diferentes al resto de la marea oportunista que precisamente como tal sube y baja, primero por la noche y luego por el día, y después la ambición rompió el saco y lo mismo bajaba que subía a toda hora pero, sobre todo, subía, y subía, y subía, gracias a lo cual muchos hijos-de llegaron con las corrientes a otras costas más lejanas). Y aquí estamos todos juntos, juntos y bien revueltos, y no, no pasa nada que para eso somos broders, y síguele metiendo que vamos ganando, que 6 x 6 es 36 y en Santiago es el 26 (decíamos en Camagüey al año siguiente de haber tenido la infausta experiencia de celebrar esa fiesta donde los viejos y los nuevos comunistas y los que aparentaban serlo y los que vivían a la sombra, celebraban todos juntos y revueltos tal zafarrancho).

Los blogs del ex-helio se llenan de cuentas y listas, de medalleros que van desde la hojalata y el plástico hasta el oro. Pero, en un país comunista y, por tanto, totalitario, dictatorial, en el que el éxito personal es un pecado que se paga con el rito al colectivismo más férreo, ¿gana el gobierno o gana el deportista? En un país normal —y todo el mundo aspira a la normalidad, incluso los homosexuales, y sobre todo después de las reivindicaciones sociales— el triunfo pertenece al atleta, que representa un deporte, y que representa a un país determinado. Eso me parece lógico, plausible, aceptable. Mas asumir esto aplicándolo a lo primero pertenece al más alto grado de abstracción, por una parte, y por otra al enfermizo machismo cubano.

Por supuesto, un blog —aquí y en la China (suponiendo que tuvieran tanta libertad como Yoanni Sánchez para constituir “la generación Yao Ming”)— no es obligatoriamente un espacio dedicado a la literatura, a la filosofía, al ballet o a la cocina cubana, que prácticamente no existe (¡chowinistas, devórenme!). Pero saltar de la delicadeza y las finas manos de Menia Martínez (que en definitiva es una mujer del régimen y han estrechado en más de una ocasión Sus Manos, esas Otras manos...) al negro de la pértiga, me parece un salto mortal. Resumiendo: algo descabellado.

Algo descabellado que me lleva a concluir que, al fin y al cabo, el Che, eterno y flamígero, logró su propósito de “El Hombre Nuevo” (o “The New Man”) forjando una más que generación (porque Tania Quintero es como más vieja que yo y ambos somos mucho más viejos que Isis Wirth y que César Reynel y supongo que Güicho y Cuco y no sé quién más), repito, una más que generación perfecta al lograr hombres y mujeres

que lo mismo vibran con un tutú rosa diamantino

que con una profunda reflexión de Ichikawa

que con una meditación patriótica de Martí

que con un intrincado verso de Lezama

que con el viaje a la Toscana de Navarrete

que con el clavado en su base de un pelotero

que con el disco lanzado por una corpulenta amazona del poblado de Hatuey

que con la posibilidad de que las Damas de Blanco abandonen el blanco por el fucsia

y me asombro y me congratulo de ser, una vez más, un bicho raro, y de no formar parte del resto, sino seguir yo también fiel, siempre fiel a aquellas palabras con las que personas de hierro y plata como el Che, me bautizaron:

“contrario al normal desarrollo de las actividades”.

 

© 2008, David Lago González

(Madrid, 20 de agosto de 2008)

 

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